“Lo que más necesitamos es enseñar a nuestros estudiantes a tomar decisiones en condiciones de incertidumbre, pero esto es precisamente lo que no sabemos cómo enseñar”. Schon Donald
Uno de los fracasos de las políticas educativas establecidas por los gobiernos neoliberales (Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto) es vincular a la educación superior con el mercado y la política empresarial; en la práctica esto representaba recortes a las universidades públicas para que entraran en crisis económica, y en contraste alentar la proliferación de las instituciones privadas. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el 2023 el porcentaje de universitarios que asisten a escuelas particulares alcanzó el 25.6 por ciento de los matriculados.
Axel Meléndez, investigador especializado en educación, considera que las universidades privadas que más han crecido en años recientes, sobre todo en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, "sus enseñanzas no tienen una postura crítica ni humanista. Ven a la educación como una mercancía, en una lógica empresarial”.
En lo que respecta a las universidades públicas, contagiadas por el modelo norteamericano, impulsaron la formación de jóvenes con el “chip” de la meritocracia, fortalecieron la idea de que la mejora de ingresos y una mejor posición económica sólo se alcanza mediante la competición individual, formación educativa que desconecta a los universitarios del contexto social. Su visión es lograr el éxito personal sin responsabilidad social y sentido crítico. Jóvenes despreocupados y sin interés alguno por la realidad social que retratan los estudios del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), donde deja ver que en el 2022 las personas en México en situación de pobreza alcanzaban la cifra de 46.8 millones, es decir el 36,3% de la población total.
Una premisa “aprender, hacer y reflexionar “.
Esta desconexión de los universitarios de las experiencias y desafíos que enfrenta la mayoría de la población, está relacionada con la desvinculación orgánica entre escuela y vida social. En ese sentido, el profesor universitario Axel Didriksson Takayanagui considera que “el principal reto es que las universidades hagan valer su voz a nivel nacional para que se promuevan iniciativas centradas en el combate a la desigualdad económica y social, que no sólo contemple el acceso a todos los niveles educativos, sino a la permanencia, al logro de un perfil adecuado y pertinente que desarrolle las capacidades de aprendizaje para toda la vida, la garantía de un trabajo digno a sus profesionales”.
Asimismo, la Agenda Global del Desarrollo Sustentable hacia el 2030 que impulsa la ONU, considera a la Educación Superior como un bien común y un derecho humano universal, que debe lograrse su gratuidad; que tienen la responsabilidad de impulsar la solución de los más importantes y trascendentes problemas de la sociedad por la vía de la producción del conocimiento responsable y de innovación hacia el bienestar de la sociedad; y el compromiso para erradicar los males de desigualdad, pobreza y medio ambiente que se han reproducido en este siglo en forma absolutamente alarmante.
Como política de estado, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en su estrategia de la Nueva Escuela Mexicana, considera importante que las universidades sean actores centrales en el combate de la pobreza y la desigualdad, y baluartes en la vida democrática. Es una propuesta iniciada recientemente, su éxito dependerá del nuevo gobierno federal y la revisión que se haga de cómo funcionan las universidades públicas, una evaluación que articule entre sí a todo el sistema educativo para que participen en el proceso de cambio democrático.
En esencia, la Nueva Escuela Mexicana desde la educación superior significa un cambio de paradigma con relación a los procesos de enseñanza y aprendizaje tradicionales. Los contenidos escolares incorporan valores humanos con elementos prácticos para la vida social.
Las universidades deben meditar que la verdadera educación se retroalimenta con las circunstancias de vida en sociedad; a decir del pedagogo brasileño Paulo Freire: “no necesitamos acumulación mecánica de datos; no necesitamos una educación bancaria; se requiere una educación dialógica [a través del diálogo] para la vida”. La educación dialógica para la vida implica valorar la sensibilidad de los estudiantes como sujetos sociales. Esto lo debe tener presente la Nueva Escuela Mexicana.
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