La historia nos da lecciones, lecciones que no siempre son aprendidas y que lastimosamente terminan marcando rumbo y destino de individuos o peor aún, de naciones enteras.
El 2 de febrero es una fecha triste para México y para los mexicanos; en medio de la convulsión y ambiente de confrontación que hoy vivimos, vale la pena recordar y reflexionar sobre lo ocurrido hace 176 años.
El 2 de febrero de 1848 se firmó el terrible e infame tratado Guadalupe-Hidalgo con el que se ponía fin a la guerra de dos años entre México y EEUU.
Más que un tratado fue un despojo, con el cual México perdió más del 50% de su territorio (2 millones 400 mil kilómetros cuadrados) y por lo que el gobierno de EEUU pagó 15 millones de dólares al gobierno de México.
El territorio perdido comprende la totalidad de los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, y parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
En el “tratado” México renunciaba a todo reclamo sobre Texas que junto con Coahuila formaban un solo Estado y aceptaba que la nueva frontera internacional se establecería en el Río Bravo.
En el pasado como ahora, México fue víctima de la división y confrontación entre los grupos que se disputaban el poder; conservadores y liberales mantenían al país en una constante crisis política y social que frenaba su desarrollo y lo convertía en presa fácil de los intereses y deseos expansionistas de los EEUU.
La mezquindad mostrada por los líderes políticos de ayer como los de ahora, la falta de una visión a largo plazo y una absurda lucha ideológica, crearon las condiciones para que México viviera uno de los capítulos más tristes y vergonzosos de su historia.
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