OPINIÓN

El mito de El Álamo

La batalla de El Álamo ha sido objeto de una manipulación ideológica e histórica fundada en la mentira. Los hechos ocurridos entre el 23 de febrero y el 6 de marzo de 1836 en El Álamo, fueron el preludio de la batalla de San Jacinto, donde el ejército texano al mando de Samuel Houston, sorprendió y derrotó a las tropas mexicanas, y donde fue capturado el general Antonio López de Santa Anna, quien terminó por conceder la independencia de Texas.

El mito creado por la cultura estadounidense, cuenta la historia de 250 hombres encabezados por “los heroicos” James Bowie, William Barret Travis y David Crocket, que enfrentan a una “horda de salvajes”, liderados por “el maligno” Antonio López de Santa Anna, los primeros sacrificando sus vidas en aras de la libertad y el honor, y los segundos motivados por “la codicia y la maldad”.

¡Patrañas! esa versión es una interpretación que no resiste la menor crítica histórica y que elude asuntos fundamentales, como la esclavitud que los colonos anglosajones trajeron consigo y que las leyes mexicanas prohibían, así como el interés expansionista e injerencista de los EEUU, que buscaban despojar a México de sus territorios, aprovechando que era una nación aún frágil y con disputas internas.

La batalla de El Álamo ha sido mitificada por Estados Unidos y olvidada por México, en un claro ejemplo de la importancia que tienen los mitos en la sociedad y en la construcción de la memoria histórica.

Las guerras no solo se ganan en el campo de batalla, las guerras tienen su gran triunfo en la construcción de la narrativa, y en la imposición de la “verdad histórica”, aunque esta tenga poco de verdad.

Contexto histórico

En 1819, Estados Unidos se encontraba inmerso en una gran crisis económica, la nación había sido fundada en 1776, y veía en los territorios del Sur, la oportunidad de expandirse.

Moses Austin, hombre de negocios procedente de Virginia y que se había visto afectado por la situación financiera, tuvo la idea de negociar con la Corona Española la concesión de territorios en Texas, donde pretendía echar raíces y hacer fortuna. Esta idea era apoyada y respaldada por el gobierno de EEUU. El objetivo era colonizar el territorio texano, en ese entonces poco poblado y perteneciente al virreinato de la Nueva España.

La Corona Española, que para ese entonces enfrentaba graves problemas tanto en Europa como en sus colonias en América, accedió y en 1821 firmó el Tratado Adams-Onís, donde vendió La Florida por 5 millones de dólares, pago que nunca fue finiquitado por los estadounidenses. En ese mismo año se iniciaron pláticas para negociar Texas, sin embargo, la independencia de México estaba en marcha y provocó que todo se suspendiera.

En 1821 México alcanzó su independencia, Guadalupe Victoria ascendió al poder y no simpatizaba con el plan de Moses Austin, que había fallecido ese mismo año, siendo sustituido por su hijo Stephen. México determinó que era necesario revisar las negociaciones sobre Texas, ante el temor de una llegada masiva de colonos estadounidenses, como parte del plan expansionista de los EEUU, que para ese entonces era gobernado por Andrew Jackson.  Para evitarlo, se establecieron requisitos para quienes quisieran asentarse en Texas. De este modo, los nuevos pobladores tenían la obligación de convertirse al catolicismo y de españolizar sus nombres. También se trató de fomentar los matrimonios con mexicanas.

La llegada a territorio texano de migrantes estadounidenses durante los años siguientes fue constante, tanto que pronto ya había más pobladores originarios de Estados Unidos que de México. La mayoría ignoró las obligaciones establecidas y adoptaron un plan separatista e independentista, siempre alentado por el gobierno de EEUU.

En 1835 Stephen Austin fue detenido por el Ejército mexicano, acusado de rebelión, lo que derivó en la ruptura de relaciones entre México y los independentistas texanos; la historia “americana” señala un hecho que tuvo lugar el 2 de octubre de 1835, en una escaramuza ocurrida en el poblado de Gonzales, como el inicio de la independencia de Texas.

La manipulación de los hechos

La versión estadounidense describe a Santa Anna como un ambicioso dictador que suspendió la constitución mexicana de 1824 y quiso expulsar arbitrariamente a los colonos anglos de Texas. La narrativa “americana” asegura que los texanos de habla inglesa fueron perseguidos y por ello se vieron en la necesidad de rebelarse.

La película de El Álamo, dirigida por John L. Hancock y protagonizada por John Wayne, narra una brutal masacre en contra de un puñado de “heroicos” estadunidenses atrincherados en la localidad de El Álamo, a las afueras de San Antonio, para poco tiempo después, cobrar revancha al mando del General Sam Houston, y bajo el grito de “Recordad el Álamo”, derrotarían a las tropas mexicanas en la batalla de San Jacinto.

La historia no contada

Es verdad que Santa Anna fue un dictador, y es cierto que los texanos buscaron su independencia tras la decisión arbitraria de suspender la constitución de 1824 y decretar la expulsión de los colonos estadounidenses. En ese sentido y bajo ese contexto, la revolución de los texanos -no de los colonos estadounidenses- en 1836 fue medianamente justa. Pero esa no es la historia completa de cómo México perdió sus territorios.

En este texto no se pretende justificar ni defender a Santa Anna, pero sí de colocar en su justa dimensión los hechos.

Santa Anna firmó el Tratado de Velasco el 14 de mayo de 1836, tras ser derrotado y capturado en la batalla de San Jacinto (21 de abril de 1836).

En el Tratado, que constaba de una parte secreta y otra pública, Santa Anna a cambio de su liberación y de la promesa de que las tropas mexicanas en retirada no serían atacadas, reconocía de facto la independencia de Texas y se comprometía a no continuar la lucha contra el nuevo Estado de Texas.

Texas declaró su independencia de México el 2 de marzo de 1836, para diez años después pedir su anexión a EEUU, a lo que el gobierno de México se opuso. Derivado de esta discrepancia, las tensiones se elevaron y EEUU lo usó como un pretexto para escalar la confrontación y declararle la guerra, con la consecuente invasión de su territorio, que finalizó con la toma de la Ciudad de México, obligándolo no solamente a entregar definitivamente Texas, sino también los actuales territorios de California, Utah, Nevada, Arizona y Nuevo México, en uno de los más grandes despojos que se tenga registro en la historia internacional.

La narrativa estadounidense dista mucho de la verdad histórica, la realidad es que la anexión de los territorios no llegó con la revolución de Texas en 1836, sino con la posterior guerra entre EEUU y México (1846-1848), que en realidad fue una invasión ordenada por el presidente James Polk, la misma a la que se opusieron muchos estadounidenses, incluyendo al prócer Abraham Lincoln.

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