OPINIÓN

Con el horno encendido y la lengua suelta…

17 jun 2025 | Genoveva Javier Pérez

“El que ríe al último ríe mejor”. Cuánta sabiduría hay en los refranes populares, ¿no lo creen? A veces no sé si la tendencia de escribir siempre usando uno que otro refrán es más herencia de familia que del Chapulín Colorado, aunque como él, a veces uno que otro se me “cuatrapea”. Me cuentan que mi bisabuela materna era muy dada a usar continuamente refranes al hablar; desafortunadamente, murió algunos años antes de que yo naciera.

Pero volviendo al meollo del asunto, recientemente la vida se ha encargado no solo de explicarnos la sabiduría detrás del refrán, sino de darnos una lección magistral de imagen pública y del riesgo de que en solo un clic, le demos en la chapa a nuestra reputación, especialmente en el ámbito profesional.

Y es que esta semana que recién transcurrió, los Morenistas siguen dando de qué hablar. Claro que ellos dirán que sus detractores no los dejan ni a sol ni a sombra, pero como diría Lila Deneken en su canción: es “por cobardía” que se justifican así.

Empecemos por el principio

Todo inicia cuando Melissa Cornejo, Consejera Estatal de Morena en Jalisco, decide publicar en X el siguiente mensaje:

Van a quitar visas a quienes compart... Viva la raza y métanse mi visa por el cu**”, escribió en su publicación.

Pero ¿qué creen? No hay que ser tan inocentes como para suponer que los gringuitos no saben español, y menos pensar que llevan atole en las venas como para no indignarse ante tan emotiva y muy sincera declaración. Así que, ni tardo ni perezoso, el Subsecretario de Estado de los Estados Unidos en México, Christopher Landau, respondió:

Yo ahí no puedo meter tu visa, pero sí te puedo informar que personalmente di orden de cancelarla después de ver este vulgar posteo. Y no te ha de sorprender lo que me contestaron: que ni siquiera tienes visa válida para cancelar. Qué fácil hablar de tu desprecio hacia 'mi visa' en redes sociales cuando no la tienes. Los que glorifican la violencia y el desafío a las legítimas autoridades y al orden público (“FU** ICE”) de ninguna manera son bienvenidos en nuestro país”.

¿Quién tiene la razón?

Vayamos despacio, porque esto no es pleito de vecindad, aunque lo único cierto es que debemos procurar vivir en buena vecindad. Este intento ha brillado más por el escándalo que ocasionó que por su presencia.

Es cierto que en todo país democrático debe prevalecer y ejercerse libremente la libertad de expresión, pero ojo: el término claramente se refiere a libertad de expresión, no al libertinaje. Y hay dos aspectos sustantivos que implica ejercer con inteligencia dicha libertad: prudencia y educación, especialmente cuando se asume un cargo público que exige tolerancia, respeto, diplomacia, educación y astucia para saber decir las cosas.

¿De cuántas de estas características demostró carecer la consejera? Eso lo dejo a su buen juicio. Sin embargo, si esta mujer es capaz de generar un conflicto diplomático a niveles catastróficos para nuestro país con un simple post —sabiendo que el horno con el país vecino no está para bollos y que el presidente Trump ya ha dejado en claro que lo suyo, lo suyo, no es la tolerancia (bien lo dijo la Tucita: ¡"Si ya saben cómo soy, pa’ qué…!”)— ¿cómo será ejerciendo su cargo como Consejera del partido más popular del momento?

Todo mundo tiene derecho a sentir enojo, mas no a usarlo para dar una metidota de pata como la de esta mujer, que por sus palabras deja ver que la prudencia no es lo suyo.

Lamentablemente, el ridículo que generó a nivel internacional implica a toda la nación azteca, y el desprecio de los vecinos del norte —que ya de por sí no nos quieren mucho— se exacerba, ahora con justificación. Ningún extranjero puede meterse e inmiscuirse en la soberanía de otra nación con comentarios vulgares como los de ella, menos si funge con cargos públicos.

El ex embajador estadounidense actuó justificadamente y dio cachetada con guante blanco, dejándola en vergüenza no solo a ella, sino al resto de los mexicanos.

El efecto Landau

Christopher Landau dejó más que claro que no se necesita ser vulgar, sino inteligente, para manifestar indignación. Sus palabras resonaron tan fuerte hasta las tierras tapatías que Melissa no solo borró el mensaje, sino que se aseguró de no dejar rastro con el que los curiosos pudiesen seguir sus huellas del pasado.

¿Dónde quedó la actitud osada con la que se atrevió a escribir en redes sociales? Cuando la razón y, mucho menos, la inteligencia le asisten, esta reacción es más que predecible: la cobardía se pronunció al borrar un comentario… pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.

Hoy Melissa carga con un error que ya es hazmerreír. Internet dejará por siempre el recuerdo de un desliz que le ha costado su reputación y ha dejado una gran lección de imagen pública:

La primera es que se requiere de mucha fuerza de voluntad para dominar las emociones y no dejar que estas te dominen: sé diplomático.

Y la segunda, que hasta insultar es un arte, y como tal, exige inteligencia, propósito y propiedad.

PD. Si esto último les recuerda el título de un libro, no se lo regalen. Mejor recomiéndenselo… y que lo consiga con esfuerzo. Porque algunas lecciones, cuando se aprenden a tiempo, valen más que una visa… y que mil tuits.

 

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