¿Se saben el cuento del chiquito de la bicicleta? Es buenísimo, y no porque sea una historia genial, sino porque en algún momento de nuestras vidas nos toca ser ese niño. Seré breve, se los prometo; esta es la historia: era un niño al que por fin le iban a comprar la bicicleta que tanto había pedido. Era prácticamente un hecho, tanto así, que ya se había peleado con fulanito porque no se la iba a prestar —dando por hecho que se la rompería—. Lo mismo le pasó con perenganito; en sus planes con la bici nueva se peleó porque no podría salir a jugar con él; el caso es que incluso fue castigado por la bicicleta que aún no tenía.
En Tabasco, pareciera que todos, especialmente Javier May, somos y estamos como ese niño… solo que en lugar de bicicleta hablamos de un museo.
Así, la sociedad está dividida entre quienes están en contra y quienes están a favor.
Puntos a favor
Los expertos en el área señalan la necesidad de preservar las piezas y, sin duda, tienen razón: son un patrimonio histórico que merece el máximo cuidado posible.
La necesidad de modernización, desde luego: el paso de los años amerita un cambio. Si nosotros, al vernos al espejo, pensamos que un cambio de look es necesario, el museo actual también lo es. Solo que en la zona del parque Tomás Garrido no hay uno, sino tres: el legado histórico de Carlos Pellicer (es decir, el parque Museo de La Venta, único en su género porque es un museo dentro de un espacio natural); el museo de Historia Natural; y la Casa de la Tierra.
Puntos en contra
También tienen una base lógica. El más importante y obvio es que la construcción requerirá que quiten árboles. Sí lo hará; aunque no se derriben todos, los que se sacrifiquen dejarán una huella que resentiremos, y un precio alto desde el punto de vista ambiental, pues la vegetación y toda la flora actual conforman un regulador climático insustituible.
Bienvenidos a Tabasco
Uno de los argumentos más fuertes es que el nuevo museo, único en su tipo según sus impulsores, atraerá a turistas. Debemos ser realistas: Tabasco no es un punto de turismo recreativo, sino de negocios. Con todo respeto, la civilización olmeca es importante, pero no más que la cultura maya; el museo más destacado en el país es el Museo Nacional de Antropología, en Ciudad de México.
Que un museo sea “único” por sí solo no atraerá una ola de visitantes. Respondamos con honestidad: ¿cuántos museos hay en la entidad? ¿Y cuál es su afluencia de visitantes?
Ningún museo en Tabasco tiene visitación masiva regular, ni siquiera el Parque Museo de La Venta. Lo que sí es innegable es que los museos existentes luchan por mantenimiento básico.
Duplicar infraestructura museística es ineficiente. El Museo Nacional Olmeca por sí solo no convertirá a Tabasco en un destino turístico; no hay cultura de servicio para ello ni una infraestructura adecuada. Sí, hay hoteles, pero no son suficientes. El sistema de taxis es un verdadero chiste: en horas pico brilla por su ausencia; cuando llueve, peor. No me creen: hagan la prueba. ¿Le sigo o ahí la dejamos?
Sin duda hay que invertir en cultura, pero es mejor hacerlo mejorando lo existente. Tenemos fuentes danzarinas: ¿por qué no darles mantenimiento? Tenemos teatros al aire libre: ¿por qué no utilizarlos en lugar de que sigan abandonados?
Puntos de partida razonables
Si bien es cierto que un gobierno trabaja sobre partidas presupuestarias, cabe preguntarse: ¿por qué hasta este momento, y no en campaña, se habla de un museo nuevo? Ya lo dice el dicho: no hagas cosas buenas que parezcan malas, y un proyecto así pareciera —resaltó, “pareciera”— un trato en lo oscurito más que un genuino deseo de hacer algo por Tabasco. No es que no haya buenas intenciones; lo que no hay son finanzas sanas en diversos sectores y sí muchas limitaciones financieras, como:
Encontremos un punto intermedio entre las opiniones existentes
Si lo que se necesita es proteger las piezas, ¿por qué no modernizar La Venta con:
Bajo esta modalidad se obtienen beneficios como:
El daño del que nadie habla
Mientras la guerra de dimes y diretes arde, se forma una crisis: la imagen gubernamental de Javier May, con todo y su equipo de comunicación, enfrenta un desgaste importante. Lo peor es negar la crisis, y peor aún es no escuchar.
Quienes se manifiestan no son de oposición política ni adversarios: son ciudadanos de todas las edades, niveles y profesiones.
Si el museo se construye como se proyecta, demostrará que a la gente no se le toma en cuenta, que se impone. Una democracia que no escucha se va de vacaciones; dejando solo gobiernos autoritarios.
El gobierno que no escucha y no aprende ganará el repudio de su gente.
El equipo de Javier May no tiene experiencia en manejo de crisis mediática; enviar al titular de la Oficina de Gobernatura, Fernando Vázquez, a dar un mensaje que se percibió apresurado e improvisado fue estrategia poco efectiva.
Después de presentar el proyecto con bombo y platillo, debió salir el gobernador y dar la cara.
La percepción final fue: “diles que se equivocan, diles que el ecosistema no se dañará, diles que lo dijo yo”. Un gobierno honesto y justo no se conforma con que le suceda como a la rana René (“que hoy se enoje pero al rato ‘se le pasa’”), sino el que sabe escuchar y hacer mucho con poco.
Conclusión
No queremos que el legado de Javier May sea el “museo de la controversia”, ni que en unos años no reciba mantenimiento. Queremos que sea capaz de resolver, no de satisfacer su vanidad; que se rodee de gente con verdadero conocimiento que le diga la verdad, no porristas, y que no se repita la historia del chiquito y la bicicleta.
Paseo Usumacinta s/n Esq Ayuntamiento. Col Gil y Sáenz, Villahermosa, Tabasco