¡El escándalo más grande de la feria no lo iniciaron los comerciantes, el staff del evento, mucho menos las embajadoras! Aunque, a decir verdad, el rumor previo a que la elección de la Flor ya estaba cantada no es raro… pero esta vez, estuvo bueno. Ni siquiera los conciertos o los artistas —y ya ven que Nodal para eso se pinta solo, o mejor dicho, se tatúa.
Ahora, se trata de ciudadanos contra el pueblo ansioso, precipitado, sin temor, sin vergüenza y sinvergüenza, falto de respeto y de muchos adjetivos alfanuméricos que quedarán en la imaginación.
La colocación de vallas no son ocurrencias ni señal de exclusivismo —al menos no las colocadas para el acceso para ver a la Arrolladora Banda Limón—. ¡Aunque eso sí! Por este limón, muchos quedaron verdes… del coraje, y no es para menos. Casi casi pudimos ver un símil a Pamplona, solo que en esta ocasión, en lugar de toros vimos bueyes que no respetaron un “aún no pueden pasar, esperen”.
Y si me preguntan: ¿pero por qué sus comentarios “tan agresivos”? No es agresividad el comparativo con el género animal a un tumulto de gente que, a todas luces, no respeta las indicaciones del staff ni del personal de seguridad, que les hace lo mismo que el viento a Juárez. Pero como dijo Cantinflas en la película El portero:
—“Otro hubiese hecho más…”
—“¿Más?” —pregunta el personaje interpretado por Silvia Pinal.
—“Más coraje” —respondió él.
Y es que esta acción no tiene justificación. La decadencia educativa, moral y de valores ha llegado a un punto en que es pertinente cuestionar un aspecto importante:
Tanto se ha ocupado el nuevo sistema de gobierno —que ya hoy es de medio uso— en fomentar y premiar la inutilidad y echar por la borda la valoración y reconocimiento a la cultura del esfuerzo, que la gente en edad productiva, con fuerza y juventud, es premiada por no estudiar ni trabajar. (Eso de que las empresas los capacitan y demás se ha convertido en un entramado de fraudes para beneficiarse del apoyo, pero eso es harina de otro costal.) Y reciben mucho más que la gente de la tercera edad que dieron sus mejores años trabajando.
En antaño, los apoyos se llamaban becas y se entregaban a los que se esforzaban en la escuela, a los que destacaban, a aquellos que se quemaban las pestañas y para quienes el apoyo económico era el salvavidas para seguir estudiando, para no desistir en su lucha por abrirse camino.
Hoy muchos jóvenes con apoyo en mano lo desperdician en embriaguez y vanidad, fomentando una sociedad inútil, grosera, irrespetuosa y conformista, en tanto otros —los menos— intentan aprovecharlo.
Y mientras estos apoyos se entregan con entusiasmo casi festivo, hay rubros como el de salud que apenas sobreviven entre carencias. El contraste es inevitable: por un lado, juventud ociosa subsidiada; por el otro, ciudadanos sin auxilio en una emergencia porque simplemente no hay ambulancias. Así, el mismo sistema que aplaude el desinterés premia al que no se esfuerza, y castiga al que necesita con urgencia ser atendido.
Algo se está haciendo mal y es urgente corregirlo, pero mientras se le dé al pueblo pan y circo, con lo que se siente tan feliz, pareciera que lo demás no importa. Si se fomenta la cultura del ninismo, será la única que caracterice a esta sociedad, porque de valores, de empatía, de respeto… ya nos arrolló un limón.
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