El tema “migración, orden social y derechos humanos” que afecta a 30 millones de mexicanos que viven en EE.UU. será central y polémico en la relación bilateral México-EE.UU. Donald Trump, con una visión visceral, sigue en la idea de construir muros, deportaciones masivas, aplicar aranceles, y declaraciones -sin sustento- que buscan los reflectores del impacto mediático.
«Estamos subvencionando a Canadá con más de 100 mil millones de dólares al año. Estamos subvencionando a México con casi 300 mil millones de dólares. No deberíamos estar subvencionando. ¿Por qué estamos subvencionando a estos países? Si vamos a subvencionarlos, que se conviertan en un estado (de Estados Unidos)», declaró Trump en reciente entrevista para la NBC News.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció que no responderá a las bravuconadas mediáticas de Trump. Se comunicará por canales oficiales y defenderá los derechos de los migrantes.
La historia del mundo muestra que necesitamos a los otros. Si acudimos a la memoria histórica, puede verse que la migración -libre o forzada- arrojó resultados culturales positivos para los países receptores. Estados Unidos de América es el país que recibió a más migrantes en tres siglos: XVIII, XIX y XX. Es evidente la fortaleza cultural que se generó con la llegada de europeos, africanos, latinos y asiáticos. Se convirtió así, vía migración, en la sociedad más viva del planeta.
En una clara contradicción histórica, Trump quiere ‘limpiar’ a EE.UU. de ‘malos genes’. Expulsar a los millones de trabajadores migrantes que dinamizan la economía estadounidense en agricultura, fábricas, hoteles y servicios domésticos, justo las tareas que no quiere realizar la clase gobernante. ¿Qué tal materializar la idea cinematográfica de “un día sin mexicanos”? Los migrantes son “un contingente cada vez más numeroso que tiene tantos rasgos en común que podría optar por ser reconocido como nación, cuya población, por cierto, superaría a la mayoría de los Estados. Son gente que alteran el lugar en el que se instalan y están configurando el mundo del siglo XXI. Son el motor de los cambios históricos” (Stephen Vizinczey).
La analista Viridiana Ríos (El País, 26/11/2024) en su artículo “Las cartas de México ante Trump” enumera los efectos que causaría la anunciada política migrante:
I) El programa de deportaciones masivas y aranceles de Trump provocaría una contracción de entre 2.8 y 9.7 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) de EE.UU., recesión 4 veces superior a la ocurrida en la pandemia (2020-2022);
II) Por cada 10 trabajadores migrantes deportados, se pierden 2 empleos estadounidenses debido a que las empresas reducen sus ingresos;
III) La inversión mexicana en EE.UU. es responsable de la generación de 123 mil empleos;
IV) Con el T-MEC, por cada 131 empleos que se crean en México, EEUU genera 331.
¿Cómo eludir esta relación económica que es la principal entre ambos países? Trump amenaza y su discurso incluye racismo, aunque también conoce de negocios. No será fácil olvidar la realidad económica y cumplir promesas de campaña. Después de todo, EE.UU. se construyó a través del esfuerzo y los sueños de millones de migrantes.
En la actualidad hay un debate mundial que permea en los foros internacionales. Así como Europa explotó en su momento los recursos humanos y naturales de África, Asia y América, ahora la Unión Europea está rebasada por la ola de migrantes provenientes de esos continentes y que reclaman el derecho de asilo. En la otra parte del mundo, no hay que olvidar que EE.UU. tiene una deuda histórica con América Latina. Lo documentado por Eduardo Galeano, en el libro Las venas abiertas de América Latina (1971), constituye una evidencia de cómo un imperio intervino política y económicamente en los países considerados como subdesarrollados. En su revisión podríamos encontrar las causas de los migrantes provenientes de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Argentina, Colombia, Venezuela, Perú, Haití, Cuba, México entre otros países.
Sin embargo, lejos de la conciliación, la política del vecino del norte para los próximos 4 años está a la vista: constituir un gobierno donde no exista la sociedad, sino únicamente un conglomerado de corporaciones privadas que controlarán la planificación, la producción y la inversión. Donald Trump como centro de atención, tiene entre sus objetivos expandir el neoliberalismo en países con dificultades económicas o políticas, como sucedió en Argentina.
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