No debemos normalizar las contiendas electorales donde el eje rector sea el odio, la falsedad , la descalificación.
Más allá de estridencias políticas, México enfila hacia las elecciones presidenciales del domingo 2 de junio. Los debates presidenciales forman parte de la agenda democrática, aunque no mueven las preferencias electorales de manera significativa.
Expertos en opinión pública y firmas encuestadoras plantean que las preferencias pueden moverse de 2 a 4 puntos. Insuficiente. Con ventaja de dos dígitos, en rango que va de 22 a 28 puntos, la coalición Sigamos haciendo historia que encabeza la doctora Claudia Sheinbaum Pardo no convertirá la política en lucha libre. En este sentido, el frente opositor Fuerza y Corazón tiene la urgencia de remontar dos dígitos con el obstáculo añadido del tiempo: quedan menos de 35 días para la elección.
No es casualidad que, a últimas fechas, se maneje desde el lado opositor la posibilidad de anular las elecciones. Es preocupante que antes de que las urnas hablen se introduzca el mensaje de su descalificación. De cualquier modo, es significativo que la oposición recurra al tema/nulidad, pues revela un reconocimiento tácito de la desventaja de dos dígitos. En cambio, Xóchitl Gálvez y uno de sus asesores de campaña, el excalderonista Max Cortázar, declaran que van “de 5 a 9 puntos abajo”. Si fuese así, la narrativa opositora de anulación no tendría sentido político, porque precisamente podrían ganar. ¿Xóchitl y asesores se amarran el dedo?
Más allá de prismas partidistas, a la República no le sentaría bien que la Presidencia se dirima en los tribunales. Tienen que contarse los votos ciudadanos y así que hablen las urnas sobre el futuro de México. La legitimidad de un gobierno democrático surge de las urnas.
El segundo debate presidencial (28/04/2024) reflejó la prisa de Xóchitl por remontar a como diera lugar en las percepciones públicas: saltándose reglas pactadas (uso de carteles fuera de tiempo), más ataques con información añeja y fuera de contexto, las clásicas medias verdades y mentiras que refuerzan argumentos engañosos. Por ello, desde su primera intervención, Claudia Sheinbaum advirtió lo que sería el tono del debate: calumnias contra propuestas. Un análisis de contenido de la Universidad de Guadalajara muestra que Xóchitl Gálvez usó 70% de su tiempo en ataques y descalificaciones, mientras que Claudia Sheinbaum usó 70% de su tiempo en propuestas y resultados de su gobierno en CDMX, así como del gobierno federal. Los temas de crecimiento económico, inflación y empleo se prestaban para ubicar resultados positivos en este sexenio. Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano y tercero en discordia, tuvo propuestas interesantes en materia de empleo y de energía, pero MC no tiene peso político. Hay analistas que piensan que Máynez sobra para el tercer debate.
Hubo momentos puntuales en los que se contrastaron ideas distintas de país: la actividad privada como clave para el desarrollo del sector energético, es diferente a la propuesta nacionalista y de autonomía/soberanía que defiende Sheinbaum y la 4T; una reforma laboral con mirada a los trabajadores (Sheinbaum/Máynez), frente a una reforma laboral de cara a los empresarios (Xóchitl); el desarrollo regional con perspectiva estratégica que combine recursos federales y estatales (Sheinbaum), frente al desarrollo regional con cuchara empresarial (Xóchitl). Está claro que se trata de visiones distintas de país. Para algo sirven los debates.
En el posdebate, la percepción mediática del círculo rojo (comentocracia) otorgó en el corto plazo una victoria/espejismo a Xóchitl, que mejoró su desempeño con relación a su primera versión titubeante y deshilvanada. Aunque su agresividad y las descalificaciones sin pruebas le pasaron factura. Después del domingo 28 por la noche, apareció una reflexión mediática más serena, que evaluó de manera más analítica y equilibrada el debate: tipo de propuestas, discurso coherente y control emocional. Bajo esos parámetros, Sheinbaum apareció en dimensión presidenciable. Los periodistas Jorge Zepeda Patterson y Blanca Heredia fueron los más contundentes en esta línea: si se trata de una fiesta y diversión sin ideas, hay que buscar a Xóchitl; si se trata de resolver problemas nacionales, hay que buscar a Claudia. Así vamos, rumbo al 2 de junio.
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