Petróleos Mexicanos (PEMEX) sigue siendo la mayor carga de todos los mexicanos. Según datos oficiales, el año pasado, la petrolera acumuló pérdidas que superaron los 650 mil millones de pesos, cifra que representa más de 2% del PIB nacional. Como dice el experto en materia energética, Gonzalo Monroy: “enarbolados en alcanzar la “soberanía energética” están dispuestos a sacrificar todo, especialmente la rentabilidad de la empresa”; esto, al grado que cada vez es más probable una caída en su calificación crediticia, y peor aún, en la nota soberana del país.
Antes que nada, es importante que dimensionemos la magnitud, ya que con la cantidad de dinero que perdió PEMEX, el gobierno de la 4T pudo haber construido 2 veces el aeropuerto de Texcoco, 4 veces la Refinería de Dos Bocas, 240 veces la rifa del avión presidencial, o más de 400 kilómetros del sistema de METRO en la CDMX. Los números son sumamente alarmantes y nos obligan a preguntar ¿qué está pasando?
Octavio Romero, en su última comparecencia en la Cámara de Diputados, nos comentó que uno de los mayores retos de la empresa era detener el declive en la producción. Desafortunadamente, los resultados de 2019 muestran que las decisiones tomadas van en sentido contrario.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos reportó que la producción promedio de petróleo en 2019 fue 7% menor que la de 2018, y, a pesar de que esta se recuperó ligeramente en enero de 2020, quedó por debajo de la meta establecida en los Criterios de Política Económica. Los mismos resultados revelaron que hay un agotamiento de los campos petroleros, que no invirtieron en sísmica para darle viabilidad en el mediano plazo a la empresa, y que el plan de producción de PEMEX que buscaba explotar 40 campos prioritarios, no se ejecutó; es más, sólo cuatro resultaron productivos.
La problemática no es la falta de financiamiento, PEMEX pagó 34% menos impuestos y derechos al Gobierno Federal, además, recibió 160 mil millones de pesos en aportaciones extraordinarias del Ejecutivo. Por otro lado, los costos asociados con el huachicol tampoco deberían impactar, porque según información que proporcionaron en alguna mañanera, este logró abatirse en 95%; y mucho menos hay corrupción, porque esa, y muy a pesar de las asignaciones directas, logró barrerse como las escaleras, de arriba hacia abajo.
Como economista, una de mis mayores preocupaciones es la calificación crediticia. La calificación depende de la capacidad que tiene la empresa para hacer frente a sus compromisos de pago, es decir, que puedan pagar sus deudas. Aunque el gobierno decida seguir haciendo aportaciones extraordinarias a costa de obras de infraestructura, proyectos productivos, o incluso, de los programas sociales, quizás no sea suficiente para evitar que los bonos de PEMEX caigan. Si esto sucede, es muy probable que también se contagie la nota nacional, y en este escenario que nadie desea, podrían volar los capitales golondrinos e incluso impactar al tipo de cambio que se ha mantenido muy estable.
Entonces, para rescatar a PEMEX se deben tomar decisiones más acertadas, explorar alianzas con la iniciativa privada, reactivar las rondas, enfocarse en proyectos rentables y ser lo más transparente posibles ante este ambiente de incertidumbre y descrédito. Al fin de cuentas, todos queremos que le vaya bien a PEMEX, porque si le va bien, nos va igual de bien a los mexicanos.
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