Lenta e ineficiente. Estas son las dos palabras que se me vienen a la mente cuando pienso en cómo ha avanzado la estrategia de vacunación contra el COVID-19 impulsada por la 4T.
Ha pasado un año desde que inició la contingencia sanitaria por el coronavirus en nuestro país: un año que no sólo ha estado repleto de malas decisiones en materia económica y de salud por parte de quienes nos gobiernan, sino que, además, ha cobrado una factura sumamente alta, más de 200 mil muertes, la cifra más alta del mundo, sólo después de Estados Unidos y Brasil. De ahí, que la llegada de la vacuna representó un aliento de esperanza, una luz al final de este oscuro túnel, pero poco a poco esa luz se ha ido disipando, llevando a miles de mexicanos a buscar esta esperanza en comunidades alejadas, incluso en el extranjero.
Del otro lado de la frontera, en Estados Unidos, la estrategia ha sido simple: administrar vacunas y regresarles dinero a los bolsillos de la población. En ese sentido, el Presidente Biden no ha perdido el tiempo, ya que, en tan sólo 60 días después de haber asumido la presidencia, no sólo aplicó más de 100 millones de dosis de vacuna a la población, sino que logró que se aprobara un paquete de alivio para el COVID de más de 2 billones de dólares, el cuál está destinado específicamente para la reactivación de empresas y la economía familiar.
Contrariamente, en México, la vacunación ha sido lenta e ineficiente. Según datos oficiales, hasta apenas la semana pasada, se han aplicado aproximadamente 6 millones de vacunas a nivel nacional; esto equivale a aproximadamente 4.7% de la población, y eso es sólo hablando de la primera dosis. Según datos de la Universidad de Oxford, esto posiciona a nuestro país en el lugar 31 de las 36 que componen la OCDE en términos de vacunas administradas por cada 100 mil habitantes.
Además, cabe mencionar que la forma en la que se han distribuido las vacunas en México también ha sido completamente equivocada y debo decirlo, con tintes electorales. En lugar de optar porque las vacunas se apliquen primero en las ciudades donde la tasa de contagio es más alta, se decidió empezar por las zonas menos pobladas, utilizando a los siervos de la nación en lugar de personal médico para su aplicación y dejando descuidados a grupos vulnerables como personas con comorbilidades crónicas, mujeres embarazadas y personas con trabajos riesgosos, entre otras. Como Diputada Federal, esto ha sido un tema prioritario para mí, razón por la cual he presentado diversos exhortos para que se replanté dicha estrategia, incluyendo uno que presenté la semana pasada para que se les dé prioridad a las mujeres embarazadas en el protocolo de vacunación de manera urgente.
En varias ocasiones, México ha sido calificado como el peor país para vivir en época de pandemia. La indiferencia de nuestras autoridades frente a la muerte de cientos de miles de personas ha resultado en una pérdida de confianza acumulada y en un miedo de que este Gobierno no logre controlar esta terrible pandemia. Según las estimaciones que la Secretaría de Salud presentó diciembre, el plan de vacunación va, por lo menos, dos meses retrasado, algo que se ha vuelto insostenible para un pueblo que demanda eficiencia y mucha responsabilidad.
@PerezSoraya
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