OPINIÓN

La cultura de la victimización y la cuarta oligarquía

22 sep 2025 | Ricardo Homs

La victimización se ha convertido en el eje de nuestra vida política. Tiene gran versatilidad para generar narrativas manipuladoras, que aparentan tener un gran sentido reivindicatorio y que permiten que el caudillo en cuestión asuma el rol de un prócer justiciero que lavará todas las afrentas, agravios e injusticias.

Más poder motivacional tiene la venganza para un corazón lastimado, que la convocatoria para construir un mejor país.

El escarmiento del adversario es suficiente paga.

La victimización ni es un fenómeno social nacido hoy en México, ni es privativo de nuestro país.

Hace 100 años, en los años veinte del siglo pasado, un joven activista político desarrolló una narrativa sustentada en la victimización del pueblo alemán, recién derrotado en la Primera Guerra Mundial, -y empobrecido-, la cual quedó plasmada en su libro titulado “Mi Lucha”, obra autobiográfica pero que expone sus ideas sociopolíticas. Publicado en julio de 1925.

De este modo Hitler le define al pueblo alemán al culpable de las penurias que se vivían y señala al pueblo judío como el causante y además ofrece una estructura social de reivindicación donde la raza aria, la propia está a la cabeza en cuanto a perfección y a los judíos en los lugares inferiores. A partir de ello un plan militar para recuperar la grandeza perdida.

La victimización también la vemos en nuestro vecino del norte, que en los últimos años ha asumido este rol sintiéndose víctima de los migrantes latinoamericanos, que se han apropiado de espacios sociales que han desplazado la hegemonía de la cultura sajona en esos ámbitos: Curiosamente estos conceptos quedan vertidos en la obra “Who Are We… The Challenges to America’s National Identity”, publicada por un prestigiado académico e intelectual de nombre Samuel Huntington, en 2004, donde manifiesta que la cultura mexicana a través de sus migrantes ha erosionado la identidad nacional del pueblo norteamericano.

Curiosamente la actual política norteamericana de los “aranceles” parte de un argumento victimizante, de que Estados Unidos ha sido abusado por sus socios comerciales alrededor del mundo, generando condiciones comerciales inequitativas.

Además, el actual gobierno norteamericano se siente víctima de la prensa, que cuestiona sus acciones.

Sin embargo, mientras en otros países la victimización responde a una catarsis temporal, que cuando desaparecen las condiciones que lo provocan, este ánimo victimizante desaparece y se recupera el equilibrio social.

En contraste, en México este ánimo victimizante nació desde que nuestro país se independizó de España hace 200 años, hibernando en el inconsciente colectivo hasta que bajo el influjo de algún caudillo paternalista, -que desarrolla una narrativa manipuladora de tipo reivindicatorio-, convirtiendo los agravios en el eje de su política para gobernar con apoyo popular.

No podemos olvidar los orígenes del agravio, que no es mas que el mito de una conquista militar española de hace 500 años, que de ningún modo existió pues es imposible que 850 españoles, -con 15 caballos y sólo 16 cañones-, hubiesen podido derrotar a 150 mil bravos guerreros aztecas que defendían Tenochtitlán. El mismo Cortés reconoce en su segunda “carta de relación” enviada al rey Carlos I, que la victoria se logró gracias a la participación de sus aliados, el ejército compuesto por 136 mil guerreros tlaxcaltecas, cholultecas, totonacas, de Texcoco, Chalco y de otras etnias que se sublevaron en contra de sus opresores, el imperio mexica (o azteca) que los tenía sometidos a través de barbarie y crueldad. Fue una sublevación indígena, de pueblos enemigos del imperio. Sin embargo, consta en documentos originales que todas las comunidades indígenas siguieron poseyendo sus tierras, que estuvo penada la esclavitud de indígenas y hubo una gran labor educativa durante los 300 años del virreinato. Además, a la realeza mexica se le ratificaron sus privilegios, tanto en la Nueva España como en la misma Península Ibérica, como consta aún hoy con los descendientes de Moctezuma que decidieron migrar a España y se les dio un lugar en la realeza junto con tierras y títulos de nobleza.

Las naciones enemigas de la corona española, -Francia e Inglaterra-, crearon el mito denominado “la leyenda negra española”, sustentada en narrativas de crueldad en contra de los pueblos originarios de nuestro territorio, la cual fue retomada por élites criollas que consolidaron nuestra independencia, retomando esos conceptos que victimizan a nuestra población indígena con agravios y explotación, para convertirse ellos, -la nueva élite gobernante, compuesta por criollos-, en los reivindicadores de la nueva nación mestiza que había nacido.

A partir del México independiente nace la tendencia a la victimización y la promesa al pueblo de reivindicación desde el poder. Desde entonces, -con la llegada de cada caudillo paternalista, como Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz y otros-, se fortalecían estas narrativas para manipular emocionalmente al pueblo prometiéndoles la reivindicación de sus agravios.

Después de la Revolución Mexicana el rol reivindicatorio no recayó por méritos propios en un caudillo paternalista, sino en un sistema paternalista de tipo institucional, formado por el PRI, que cada seis años delegaba la imagen paternalista en un vocero que era el presidente de la república.

De este modo se pacificó al país con esa narrativa populista que caracterizó a los 70 años de ese partido en el poder, la cual evolucionó hasta sintetizar en un solo concepto la victimización por el supuesto agravio histórico de la conquista y los 300 años de dominación española, con la “lucha de clases”, ideología propia del socialismo convertido en poder, después de la revolución rusa, planteamiento dogmático adoptado durante el gobierno de Lázaro Cárdenas con el apoyo de un sindicalismo ideologizado pero controlado desde el poder presidencial.

Frente al desdibujamiento de esa visión victimizadora, tendencia que se inició desde los gobiernos salinista y zedillista, los dos panistas y el peñista, -que sustituyeron las ideologías de izquierda por una política desarrollista y neoliberal-, que transformó a México en una de las 20 potencias económicas globales, es que la llegada del caudillo paternalista con narrativa moralista que empezó a gobernar en 2018, México regresó a la victimización por todos los supuestos agravios acumulados en 500 años, y con ello a la confrontación, el resentimiento y la manipulación ideológica y reivindicatoria.     

Sin embargo, debemos centrarnos en entender para qué sirve esa narrativa populista de la victimización. Así descubrimos que mientras el pueblo está dividido y confrontado entre dos extremos antagónicos, aumenta la gobernabilidad desde un modelo centralista y autoritario, distraído en la confrontación, de modo imperceptible se empieza a conformar una nueva oligarquía política y a la vez económica.

Curiosamente vemos que en nuestro país ha habido ya varias transformaciones que no han sido para el bien del pueblo, sino para unos cuantos privilegiados acomodados cerca del poder político.  De este modo podemos visualizar a una primera oligarquía peninsular (nacida en España) y criolla (española nacida en México).

Esa oligarquía encabezada por el padre Hidalgo, Allende, Aldama, doña Josefa Ortiz de Domínguez (así la identifica la historia oficial hasta hoy), Leona Vicario y otras tantas, convocó a una independencia que en realidad no era una separación absoluta de España, sino del gobierno de Napoleón Bonaparte que en esas fechas tenía invadida militarmente a España y era gobernada por José Bonaparte el hermano del emperador francés.

La independencia pretendía traer a gobernar al rey depuesto Fernando VII y no fue hasta la desaparición de los iniciadores que José María Morelos y Pavón redefinió la lucha independentista de modo total, para crear un país totalmente autónomo.

Por ello, a partir de la independencia de México firmada en 1821 por el virrey O’Donojú y Agustín de Iturbide, autonombrado emperador, nace una nueva oligarquía.

Oligarquía inicialmente criolla, que para reivindicar su origen y congraciarse con el pueblo reniega de sus orígenes peninsulares y recurre a la victimización, retomando la narrativa de la “leyenda negra española” y vuelve a hablar de una conquista española violenta y cruel, para presentarse como los reivindicadores.

Esta oligarquía que controla al país ya republicano, se consolida a través de las once veces que Antonio López de santa Anna fue presidente de México, pero en la segunda mitad del siglo XIX, bajo el influjo de la revolución industrial se transforma en la burguesía que crece durante el porfiriato.

A partir del fin de la Revolución Mexicana y la pacificación lograda por el presidente Plutarco Elías Calles al institucionalizar la revolución dando cotos de poder a caudillos regionales y sociales, a través de la fundación del PNR (Partido Nacional Revolucionario), en 1929, antecesor del PRI y entonces nace la tercera oligarquía de tipo popular, mestiza, que bajo la protección gubernamental crece y genera emporios industriales y comerciales pero da pie a la integración de empresarios con vocación emprendedora en el centro y del norte del país, gente con visión, que entre finales del siglo XX e inicios del XXI logra construir la grandeza productiva de México aprovechando las oportunidades de la globalización. En todos estos años desapareció la victimización y la lucha ce clases se transformó en “movilidad social” a través de oportunidades laborales y educación de calidad.

Sin embargo, a la llegada al poder del caudillo paternalista que gobernó a partir del 2018, quien con su narrativa populista quiso transformar a México utilizando otra vez el recurso de la victimización que divide y confronta, pero permite la concentración del poder.

En este contexto, empieza a perfilarse la cuarta oligarquía, que de modo opaco empieza a acumular fortunas, siempre bajo la sospecha de las oportunidades que brinda la corrupción, alianzas con el crimen organizado para blanquear dinero.

Como ejemplo podemos tomar el escándalo de las 500 empresas que se están investigando a partir del huachicol fiscal recientemente descubierto, donde participaron algunos miembros de la Armada junto con empresas.

Parece ser que la “Cuarta Transformación” se materializa con la conformación de la cuarta oligarquía que nace a partir de la opacidad que ha rodeado al régimen del presidente López Obrador, donde ha empezado a perfilarse una nueva generación de empresarios jóvenes que al margen de la ética empresarial y la ley, -y amparados por el poder gubernamental-, empiezan a forjarse grandes fortunas que les darán pronto el poder económico, con dinero de oscura procedencia.

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