Ser papá es un reto, nadie te educa para serlo. Uno aprende sobre la marcha, mientras los hijos crecen y se van cometiendo errores.
Uno de los principales desafíos es el económico. Tradicionalmente, los padres somos los proveedores del hogar y, si bien la mujer se ha incorporado al mundo laboral, sigue siendo nuestra obligación moral y económica dar el sustento a los hijos. Y claro, si no lo hacemos, ahora hasta nos pueden encerrar en una cárcel. Así es la ley.
Sin embargo, no siempre es fácil. Vivimos en una sociedad donde las oportunidades de trabajo no son parejas y las empresas exigen cada vez más tiempo. Aunque pronto entre en vigor la jornada laboral de 40 horas, estoy seguro de que muchos papás dedicarán su tiempo libre a trabajar en otro lado para ganar unos pesos extra ¿A poco no?
Entonces, los padres tenemos que hacer un equilibrio entre el tiempo dedicado a la familia, el trabajo y el esparcimiento que, como seres sociales, también tenemos derecho.
Desde luego, no todos los que engendran hijos asumen su responsabilidad, ni siquiera enfrentando demandas. Y es que en nuestra cultura no se fomenta ese aspecto: se considera "macho" al que tiene muchos hijos, pero no se le reconoce el esfuerzo a quien les da educación y tiempo de calidad. Al contrario, se le minimiza y menosprecia por estar con sus hijos, por darles lo mejor en lugar de gastarse el dinero en sus satisfactores personales (léase parrandas, mujeres y todo lo demás).
Recuerdo que, de niño, escuché un comentario como: “Fue listo, mejor huyó del país para que la mujer no lo demandara”. De joven, también oí esta frase: “Mejor renunció al trabajo antes de darle dinero a los hijos. ¡Hizo bien!”. He escuchado esas y otras frases más en las que se admira al hombre que escapa de su responsabilidad.
Si bien ya existen más elementos legales que dificultan que un padre de familia evada su responsabilidad, esta misma presión jurídica demuestra la falta de compromiso de muchos. Debemos generar una cultura de amor a los hijos y de proveerles lo que necesitan, la cual se fomenta desde el hogar.
No es fácil cumplir; muchas veces me he visto en aprietos con los pagos y demás, pero sé que siempre se puede salir adelante trabajando y siendo disciplinado. Desde luego, soy uno entre millones de papás responsables, en contraste con algunos que no lo son. Sin embargo, para nadie es sencillo, y es por eso que algunos jóvenes están decidiendo no tener hijos.
Otro reto es la pérdida de autoridad. Cada día, mamá y papá tienen menos poder para educar a sus hijos y su actuar es más cuestionado. Parece haberse desarrollado una cultura donde los niños tienen muchos derechos y pocas obligaciones, y en la que está bien que sometan a sus progenitores a sus caprichos.
Antes, cuando una mamá decía “Ahí viene tu papá”, los niños temblaban. Hoy, los menores ni siquiera desean verles la cara a sus padres; prefieren ver la pantalla de sus teléfonos.
Hubo una época en que los hijos deseaban ser amados por sus papás; hoy, parece que esto ha cambiado. En general, los padres no saben cómo lograr que sus vástagos los quieran y, en su intento, son capaces de cumplir cualquier capricho que puedan concederles, con tal de ganar el amor de sus niños.
Si no hay autoridad en un hogar, la indisciplina reina, y no habrá una educación formativa que impulse valores y habilidades para la vida.
Mi papá nunca enfrentó el reto que hoy tiene en jaque a muchos padres de familia: las redes sociales y, en general, todos los peligros que genera el Internet. Desde el ciberbullying, los engaños que pueden derivar en trata de personas o delincuencia organizada, hasta la pornografía que daña la mentalidad de los niños, además del estrés y la ansiedad que provoca, entre otros aspectos.
Desde luego, el mundo digital ha afectado profundamente la relación entre padres e hijos. Ahora, ellos prefieren estar pegados a una pantalla. No les interesa la interacción, el juego ni el diálogo con sus progenitores. Triste verdad.
Es cierto que muchos papás de antes no eran particularmente expresivos o cercanos, pero al menos convivían con sus hijos en varios momentos del día. Hoy, casi se necesita sacar cita para poder estar con los más pequeños.
Las uniones matrimoniales duran menos. Antes se concebían para toda la vida; hoy, por diversas razones (algunas justificadas, otras no tanto), se da la separación. Generalmente, los hijos se quedan con la mamá. ¿Y el papá? A partir de ese momento, la relación padre-hijo comienza a diluirse. Si ya es complicada la convivencia teniéndolos en casa, estando separados se vuelve difícil, por no decir imposible.
Otro factor que se observa en México es que muchos papás, cuando llegan a la tercera edad, quedan solos. Los hijos se olvidan de ellos, incluso cuando han permanecido toda la vida con la misma mujer. Si ella muere antes, muchas veces dejan de visitarlos. En nuestro país, esto está estadísticamente comprobado.
Está de más decir que el reconocimiento social hacia los padres es menor en comparación con el que reciben las madres.
Es importante que, desde los hogares, en las escuelas y en los medios informativos, se impulse la paternidad comprometida. No se trata de adoctrinar a los niños, sino de explicarles el valor social y la necesidad que tenemos de contar con figuras paternas responsables.
Desde luego, las redes sociales también pueden contribuir, haciendo que sus algoritmos muestren contenido relacionado con el compromiso familiar. Sabemos que plataformas como TikTok proyectan mayormente videos de chistes o gente bailando, pero también podrían equilibrar sus contenidos para promover el desarrollo de valores.
Ser un padre responsable no es únicamente una decisión individual; se necesita todo un respaldo sociocultural que le permita al sujeto decidirse por ejercer esa paternidad de manera consciente.
Durante años, hemos fomentado en las mujeres, desde pequeñas, la idea de ser buenas madres. Es hora también de impulsar en todos los niños el valor de la paternidad responsable. Y la mejor forma de hacerlo es dando el ejemplo.
Gracias a mi papá por ser un gran ejemplo de vida.
Paseo Usumacinta s/n Esq Ayuntamiento. Col Gil y Sáenz, Villahermosa, Tabasco