OPINIÓN

Menores de 3 años se vuelven tecnoadictos, gracias a los padres

¿Le daría cerveza a un niño? ¿Le daría un poco de cocaína? Ya no digamos fentanilo. Actualmente, la ciencia está comparando el efecto de las drogas duras con el daño que puedan causar las pantallas (de teléfonos inteligentes, tablets, TV, etc.) en niños de 3 años o menos. Las asociaciones preocupadas por la infancia, como la American Academy of Pediatrics, UNICEF que han investigado estos efectos, señalan que los menores no deben tener acceso a las pantallas, por el mal que les ocasiona.

Cada vez se están generando más investigaciones que muestran el daño que se está provocando a los niños por su uso y el largo tiempo de exposición. También divulgadoras de la ciencia, como Marián Rojas Estapé y María del Mar Sánchez Vera, señalan los peligros en los niños de cualquier edad de estos dispositivos.

¿Qué daños señalan los expertos? Y ¿cómo evitar que ellos estén pegados a las pantallas? Empecemos por los daños.

En primer lugar, se observa un grave daño en el desarrollo de las habilidades de aprendizaje. Inclusive, algunos expertos señalan que los niños son ahora menos inteligentes que los padres, ya que tardan más en aprender, en resolver problemas, su lenguaje se desarrolla menos o lo hacen de una manera lenta, y además, tienen menos capacidad de atención, entre otros aspectos cognitivos. Hoy en día, los maestros tienen que batallar más en el aula para que los alumnos aprendan, y esto no es un secreto. En gran parte es por la exposición continua a las pantallas.

En segundo lugar, ocurre un deterioro en las habilidades socioemocionales. Los niños se vuelven menos empáticos, les resulta difícil entender las problemáticas de los demás, les cuesta más trabajo relacionarse e interactuar, así como exponer sus emociones. Y es que el contacto con las pantallas no les permite relacionarse con personas, y es fundamental que convivan con seres humanos, especialmente con los padres, y esto desde el momento de nacer. Y si no actúan los padres a tiempo, podrían ser niños solitarios que se sentirán rechazados por los demás.

En tercer lugar, uno de los retos de los niños de ahora es poder dormir lo suficiente para que al día siguiente puedan levantarse a tiempo para ir a la escuela y tener la energía suficiente. Recuerdo que mis hermanos cuando eran niños se despertaban solos. Era raro que alguno quisiera dormir más tiempo por la mañana. Ya cuando llegamos a la adolescencia, las cosas cambiaron. Hoy en día, debido a la luz de las pantallas y su efecto en la hormona del sueño, los niños no pueden conciliar el sueño. Además, reciben una sobreestimulación por todos los mensajes, las luces y los sonidos que reciben. Por lo tanto, no pueden dormirse. Una de las cosas más importantes del dormir es que el cerebro fija los conocimientos del día mientras descansa, se consolidan los recuerdos y, además, un buen descanso facilita la concentración al día siguiente.

En cuarto lugar, el cuerpo humano está diseñado para moverse, para estar activo, y el de un niño, como el de la mayoría de nosotros, para saltar, correr, bailar. ¿Qué sucede cuando se la pasa viendo una pantallita? Deja de moverse, se queda fijo. Eso, desde luego, es dañino para su cuerpo, especialmente porque a temprana edad necesita desarrollar sus habilidades motoras, de coordinación, de movimientos finos. Posteriormente, será difícil que las pueda obtener; lo debe hacer a temprana edad. De lo contrario, posteriormente tendrá que ir a terapia física porque de manera natural no las obtuvo.

En quinto lugar, el niño se vuelve más irritable. Ahora, los niños se enojan más; antes, fácilmente se les podía hacer sonreír, se les podía ver alegres, pero ahora son más exigentes. Se molestan por cosas simples. ¿Qué les sucede a esos pequeños? No duermen bien, se han vuelto adictos a las pantallas; solamente quieren estar viéndolas. Si hacen otra cosa, sienten que pierden el tiempo, y les entra el síndrome de abstinencia, lo cual se traduce en nerviosismo, irritabilidad, desesperación y hasta angustia.

En sexto lugar, se han vuelto más desesperados y exigentes, lo cual tiene que ver con la falta de sueño, pero también con la inmediatez con la que obtienen las cosas. Ellos, con un clic, quieren obtener placer sin realizar algún esfuerzo. Cada vez que ven lo que les gusta, les sube la dopamina. Oprimen nuevamente la pantalla y aparece el video que les gusta. Todo parece que en este mundo es instantáneo, pero la realidad es que no es así. Por eso son más exigentes y fácilmente pierden la paciencia.

Para algunos expertos, el daño que pueden causar las pantallas en niños menores de 3 años puede llegar a ser irreversible, pero el tema es no permitir que los pequeños se acerquen a ellas. Lo que necesitan los niños a esa edad es jugar, que los papás les presten atención, que hablen con ellos, que los apapachen, además de brincar, bailar, correr, moverse por todos lados.

Pero los padres modernos queremos que no nos molesten, que nos dejen ver la televisión o hablar por el celular; parece que su presencia estorba, y claro, el niño capta eso y prefiere aislarse en una pantalla. Al principio, al niño le ponen la pantalla; él no sabe qué es ni la dependencia que tendrá. Posteriormente, exigirá que se la pongan enfrente todo el tiempo posible.

Existen muchas formas de entretener a un niño pequeño sin necesidad de utilizar una pantalla; basta con que uno les preste atención, les dé una caja de cartón y ellos harán el resto.

No seamos flojos como padres, no seamos desobligados; dejemos el celular por un momento y pongámonos a jugar con ellos. No te vas a arrepentir cuando veas todo el potencial que desarrollará tu hijo simplemente por prestarles atención y convivir directamente con ellos. La inteligencia emocional y racional crece más cuando hay contacto humano directo, y este está lleno de vivencias y amor. Correo electrónico del autor: pedrooctavioreyes@gmail.com

 

Lecturas y videos recomendables:

Marian Rojas-Estapé (2022). La corteza prefrontal y la pantalla.

https://www.youtube.com/watch?v=odYimt5FeNU

Soyang Kwon, Ph; Bridget Armstrong, PhD; Nina Wetoska; et alSelin Capan (2023). Tiempo frente a la pantalla, factores sociodemográficos y bienestar psicológico entre los niños pequeños.

Abierto de red JAMA. 2024;7(3):e2354488. doi:10.1001/jamanetworkopen.2023.54488

Yingzhe Zhang, Karmel W Choi, Scott Delaney, Ge Tian, Jean-Baptiste Pingault 5, Henning Tiemeier ( 2023). Riesgo genético compartido en la asociación del tiempo frente a la pantalla con problemas psiquiátricos en niños. Abierto de red JAMA, 1 de noviembre de 2023;6(11):e2341502. doi: 10.1001/jamanetworkopen.2023.41502.

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