El presidente López Obrador promete realizar una transformación de México hacia un futuro donde se reducirá la pobreza, la desigualdad y no habrá corrupción, mediante políticas socialistas a las que llama la 4ª Transformación.
Al analizar los cambios aplicados en los primeros dos años del gobierno de MORENA, queda claro que no se transforma México hacia un nuevo futuro, sino retrocede hacia el modelo estatista priista, que prevaleció de 1970 a 1982 con los presidentes Luis Echeverría y López Portillo.
Los frutos del modelo priista de los 70’s fueron la suspensión de pagos de la deuda externa en 1982, una devaluación ese año de más de 450% y la quiebra de los bancos, los que tuvo que estatizar el gobierno.
En el gobierno de Peña el sector petrolero se abrió constitucionalmente a los particulares para evitar su quiebra total. Esa apertura implicó más recursos para el gobierno sin invertir un centavo, pero por razones ideológicas se clausuró esa fuente de ingresos con el actual gobierno.
El gobierno de MORENA regresa a un monopolio estatal petrolero, igual al del PRI el siglo pasado. Frenó las licitaciones para que compañías privadas extraigan petróleo y los permisos para operar gasolineras diferentes a las de PEMEX.
En el sector eléctrico se obstaculiza a las compañías privadas la generación de energía eléctrica. El sector eléctrico, dirigido por un ex priista que, como Secretario de Gobernación del PRI, paró el conteo de votos en las elecciones presidenciales de 1988, para asegurar el triunfo de Salinas.
El aumento del poder del ejecutivo y las dádivas a los pobres para ganar votos, son parecidas a las aplicadas por el PRI de los años 70’s. De 1970 a 1982 hubo crecimiento del sector estatal y reducción del sector privado, al que hostigan actualmente los funcionarios y legisladores de MORENA.
En el PRI del siglo pasado se habló de la lucha contra la corrupción, mientras las empresas estatales aumentaban las pérdidas y el nepotismo, como sucede en el gobierno de MORENA.
No hay ninguna transformación con MORENA, sino un retroceso hacia un modelo que ya fracasó con el PRI de los años 70’s; por lo tanto, los resultados, de seguir el mismo camino que el PRI setentero, serán esencialmente los mismos a los obtenidos en esa época del siglo pasado.
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