Seguramente usted no conoce quién fue mi padre, pero sí el “Che” Guevara. De ese personaje se han filmado películas, escrito libros, circulan leyendas y miles de jóvenes usan camisetas con su fotografía.
Mi padre (Fernando Pazos) tuvo una familia y educó a sus hijos. Como empresario otorgó casas a muchos de sus trabajadores, antes de que existiera el INFONAVIT y medicinas previo a la creación del Seguro Social. Pagaba discretamente desayunos escolares en modestos kínderes y ayudó a la construcción de parques deportivos y escuelas. Durante años fue presidente de la Cruz roja de la ciudad donde vivió y presidente del patronato de un enorme hospital regional del gobierno, funciones por las que no cobró un solo centavo.
De la verdadera biografía del “Che” Guevara transcribo lo escrito por la reconocida intelectual, Ikram Antaki, quien en su juventud admiró al “Che”. Dice en su libro “El Manual del Ciudadano Contemporáneo”: “Nuestro héroe era el “Che” Guevara. Treinta años más tarde, lo sigue siendo. ¿Quién tendrá la valentía de decir que este ángel de la muerte, sembraba cadáveres por donde pasaba? Estudió medicina, pero nunca fue doctor; se casó varias veces, pero no fue esposo; tuvo varios hijos y no fue padre; atravesó los países sin ser jamás ciudadano. Fue el pequeño jefe blanco de los negros del Congo y el pequeño jefe blanco de los indios de Bolivia. Como en las películas de vaqueros”.
¿Quién dejó un legado más valioso a la sociedad, mi casi anónimo padre, empresario, o el popular “Che” Guevara?
La creación de falsos héroes a través de libros, películas y canciones es una de las causas por la que muchos jóvenes toman como modelo a delincuentes, asesinos y narcos que, lejos de aportar algún valor digno de imitar, son ejemplos de lo que no debemos hacer. Ojalá se conociera y reconociera la vida de miles de empresarios que, como mi padre, han generado empleos, ayudado a otros discretamente en sus comunidades y pagado grandes cantidades de impuestos, con los cuales muchos gobiernos construyen escuelas y hospitales.
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