Durante la mitad de mi vida adulta he tenido la oportunidad de leer de tapa a tapa el libro más vendido y leído de todos los tiempos: la biblia.
Y lejos de lo que la mayoría piensa, las sagradas escrituras como también se le conoce, es más que un libro religioso, es el compendio más completo que existe sobre relaciones humanas, matrimonio, política, leyes, criminología, psicología, administración y finanzas, conflictos bélicos y también imagen pública, desde luego la lista sigue; no obstante, centremos nuestra atención en la imagen pública. Si recuerdan bien, en cada oportunidad acostumbro a repetir la premisa: imagen es percepción.
Sin embargo, para que tú imagen pública, la que emites y la que perciben los demás tenga credibilidad, lo cual, es uno de los objetivos de ésta, es indispensable que exista coherencia en el ser como en el actuar.
La primera lección de imagen la encontramos en el capítulo 6 del evangelio de San Mateo, que dicho sea de paso, este capítulo específicamente es un tratado de imagen pública. Éste inicia con una advertencia: “[1]»¡Tengan cuidado! No hagan sus buenas acciones en público para que los demás los admiren, porque perderán la recompensa de su Padre, que está en el cielo.”
Estos tiempos son especialmente importantes para los políticos, es momento de destaparse y hacer campaña. Ahí es cuando las redes sociales se saturan de candidatos abrazando a niños y ancianos, entregando despensas, comiendo en mercados, etc.
Dichas prácticas han dejado de tener impacto en el electorado, no son verosímiles porque no hay congruencia, es decir, solo se acercan a “hacer buenas acciones” pero al acabar las campañas, prima la regla “si te vi, no me acuerdo”.
Lo mismo aplica para aquellos aspirantes a influencers que se graban regalando dinero y dando lecciones de moral cuando en realidad buscan seguidores, likes y desde luego, suscriptores.
Si gustas de ayudar a la gente, aplica la recomendación del versículo 3: “Pero tú, cuando le des a alguien que pasa necesidad, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Más claro, ni el agua de manantial.
En la antigüedad, los maestros de la ley eran los fariseos, quienes pertenecían a la parte más alta del escalafón social, político y religioso de la época bíblica de Teo del pueblo judío. Su función consistía en enseñar la ley Mosaíca y a los profetas, sin embargo, su ejemplo distaba mucho de la perfección. En diversos pasajes bíblicos tanto de los profetas mayores y menores como en los evangelios se les llama hipócritas por esa falta de congruencia entre lo que hacían y lo que decían ser.
No había algo que les fascinara más, que ocupar los primeros lugares en cualquier evento público, estaban llenos de orgullo propio, querían que donde quiera que fueran se les admirara y reverenciara.
Por eso, Mateo hace referencia a no ser como ellos ni aún en la práctica de la oración ¿Conocen o conocieron alguna vez a la típica viejita que generalmente se la pasa metida todo el tiempo en la iglesia siguiendo al pie de la letra las disposiciones religiosas pero en sociedad es la primera en propagar chismes? Pues algo parecido eran los fariseos y justo eso es lo que en este capítulo 6 se exhorta a no hacer.
Otra lección importante que se extra es la relacionada con el dinero y el uso que se hace de él. Hay gente para quien la apariencia lo es todo. Invierten hasta lo que no tienen con tal de lucir como millonarios, gastan lo que no tienen y están llenos de deudas. Consideran que el lujo es sinónimo de éxito y que si proyectan un estilo de vida tipo jet set serán la envidia de todos.
Aquí es cuando más importante es la congruencia de la que he venido hablándoles.
Tengas o no recursos económicos ilimitados, de nada sirven si como ser humano tus acciones denotan egoísmo o vileza, en ese caso tu único valor se limitará a lo que llevas puesto encima.
¿Qué es lo que hace tan atractivo al príncipe Harry que incluso se le percibe coml más simpático que su hermano William, heredero de la corona? Su esencia, su calidad humana. No hay un Harry lindo y otro engreído. Es congruente.
La congruencia entre el ser y el parecer logran una imagen pública de 10.
La lección que entraña está parte del capítulo 6 de Mateo es que la verdadera riqueza está en el carácter. Todos los seres humanos somos conscientes y coincidimos en que al momento de morir no nos llevamos nada de este mundo, solo lo que fuimos, es decir, el carácter. Por eso Mateo expone lo siguiente: “Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón”.
La próxima vez que te encuentres una biblia, anímate a darle una leída, sin duda encontrarás una lección valiosa que te permita seguir construyendo la mejor versión de ti y proyectar una imagen pública de éxito.
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