En imagen pública se enfatiza mucho la importancia de la reputación y no es para menos, un solo error puede echar por tierra el esfuerzo y trabajo de años, incluso de toda una vida; por ende, una buena reputación trae consigo el prestigio, que ojo no es lo mismo que la fama. La fama es efímera, como muchos influencers hoy día, puedes ser conocido pero no tener prestigio porque este requiere trabajo, seriedad y planeación.
Es curioso que el origen de está palabra sea todo lo contrario al concepto que tiene en la actualidad. Proviene del latín præstigium, que se refería a la ilusión que se genera por ejemplo al ver a David Copperfield desapareciendo la estatua de la libertad. En este contexto el diccionario expresa la presencia de dos acepciones que en nuestros días pasan prácticamente desapercibidas, se refiere a dejarnos embaucar al estar tan abortos por esa ilusión, y a esa especie de fascinación o atracción que nos encanta experimentar con la magia y artes afines.
Hasta antes del siglo XVIII, la palabra prestigio tenía una connotación negativa; sin embargo, los franceses revolucionaron el término a tal punto que la palabra “prestige” cobró un nuevo significado para referirse a algo o a alguien con influencia o renombre.
En este punto es posible que te estés diciendo: sí, muy interesante lo explicado pero ¿Cómo sé cuál me define?
Sin duda todos preferimos tener prestigio, y hay profesiones que en sí mismas ya lo tienen como los médicos, en tanto que hay otras como la de políticos o diputados que son mal vistas y consideradas sinónimos de corrupción y mentira. Pero no es suficiente.
El que se te defina como alguien con prestigio es algo que no vendrá de la noche a la mañana, requiere paciencia y especialmente conciencia de que todo lo que hagas en lo público y en lo privado debe ser honesto, con calidad y empeño.
En la película de Julia Roberts, “la boda de mi mejor amigo” hay una analogía divertida que encaja muy bien aquí, el personaje de Cameron Díaz, una chica de la socialité era el crème brûlée, y Julia, una chica simple y sencilla representaba la gelatina. Quién no quiere probar un postre sofisticado que no está tan disponible como la gelatina que se encuentra a la vuelta de la esquina. El crème brûlée tiene prestigio.
Para los amantes de la gelatina, que también tiene lo suyo pongamos otro ejemplo:
Si te dieran elegir entre unos zapatos Gucci y unos comprados en Shein ¿Cuál elegirías? Lo cierto es que la mayoría optaría por Gucci ¿Por qué? Pues porque es una marca con prestigio y portarla te da status, es la imagen que transmitirías.
Mucha gente, especialmente los jóvenes creen que prestigio es equivalente a riqueza y no es así, en todo el mundo hay gente famosa y rica sin prestigio, sin embargo, el prestigio te abre las puertas para adquirir riquezas y tantos bienes materiales como te propongas.
¿Recuerdas que al inicio mencioné la reputación? Tanto ésta como el prestigio, pues ambos van de la mano no resisten las apariencias porque la realidad es que no se puede fingir todo el tiempo.
Para poseer los dos requieres coherencia entre lo que eres y lo que haces.
Entonces ¿Cómo adquirir prestigio?
Todo lo que te venga a la mano por hacer hazlo de la mejor manera, con excelencia. Deja a un lado las hipocresías. Trata a las personas con respeto y simpatía, desde el más humilde al más encumbrado.
Cuando menos te lo esperes el prestigio estará a tu lado.
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