“Gran parte de esta nube de imágenes se disuelve inmediatamente, como los sueños que no dejan huellas en la memoria”: Italo Calvino
Varias universidades de prestigio internacional (Harvard, Yale, Princeton, Sorbona, Complutense, Salamanca, Berkeley, Tubinga) han intentado –como experimento social- que los estudiantes acepten vivir una semana o un mes sin tecnología digital. La negativa ha sido contundente en todos los casos registrados.
Las redes sociales, con todo y ruido, llegaron para quedarse. Facebook, Youtube, Instagram, Twitter, Badoo, Linkedin, WhatsApp, Snatchpatch y Skype, son algunas de las plataformas más exitosas, con un rango superior a los 5 mil millones de usuarios a nivel mundial. Se trata de una tendencia incontenible, que conecta a los individuos en espacios virtuales dinámicos de información y comunicación.
El sociólogo Manuel Castells acuñó el concepto “sociedad móvil” (2008) para referirse a este modelo comunicativo que funciona a gran velocidad interactiva y provoca ansiedad con estrés emocional al desconectarse. Ya existen centros de rehabilitación para “adictos a las nuevas tecnologías” en EE.UU. y Europa.
Al respecto, el filósofo Byung-Chul Han advierte de la proliferación de un pensamiento simple de las redes sociales. “El me gusta sin lagunas engendra un espacio de positividad. Con ello, el hombre digital se olvida de pensar de una manera compleja”.
¿A qué terrenos conduce la hegemonía suave de Internet y las redes sociales?
Véase por ahora el ángulo delicado de convivir sin respeto alguno, lo que nos identifica como una sociedad del escándalo, la mentira y el espectáculo. En México, el anonimato se convierte en una lucha política entre bots y usuarios, aunque los argumentos no importan y todos digan que “los bots son los otros”. Los individuos defienden con intensidad su opción política, mientras las ideas duermen entre descalificaciones y majaderías.
¿Cómo evitar el anonimato?
La educación virtual tiene un largo camino por recorrer. La libertad aquí choca con la responsabilidad. He ahí el problema. Y para el 2024 electoral en México, el anonimato resulta una estrategia tentadora para operadores políticos que moverán el tapete con trending topics artificiales. Tirar la piedra y esconder la mano es fácil en las redes sociales.
Byung Chul-Han aboga por un nuevo acuerdo social donde el respeto y separar la vida privada de lo social sea fundamental; debemos recordar que asistimos sin pudor a espectáculos virtuales, como el juicio del actor Johnny Depp y su exesposa Amber Heard, donde toda noción de intimidad fue pulverizada, lo mismo que asistimos al apuñalamiento del escritor Salman Rushdie en Nueva York, como parte de un golpe del fundamentalismo islámico al arte literario.
Que las redes sociales son democráticas en su uso nadie lo duda. El acceso es indiscriminado y cualquiera con 6 pesos de internet en una esquina se sube a la fiesta. Pero es un espejismo que la democracia portátil promueve: no hay una moral de verificación y sí una lógica de participación a ciegas. La pregunta candente es cómo convertir esa participación en información de mayor calidad. Umberto Eco recibió críticas cuando dijo que “el tonto del pueblo ha sido entronizado como el referente de información en las redes sociales”.
Las redes sociales y el Internet se ofrecen como reinos democráticos. Sin embargo, son sitios públicos donde no existe ninguna verificación, sólo una lógica de participación a ciegas. Esto lleva a una baja calidad de información y los argumentos se pierden entre majaderías y descalificaciones.
La opinión en las redes sociales semeja un desahogo, catarsis colectiva entre las sombras. De ahí la cantidad de insultos que encontramos en el caso mexicano. No es un récord que enorgullezca: 7 de cada 10 comentarios políticos tienen insultos (informes de Facebook y Twitter México). Así como la educación alfabetizadora requirió valores humanos a defender, así la educación digital necesita recordar esos valores: respeto y veracidad, junto con libertad y responsabilidad. Es tarea de todos, sin tregua.
M.E. Erasmo Marín Villegas
Periodista, profesor universitario de la UJAT, ex consejero distrital electoral
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