Por unanimidad se aprobó y dice textual. “Queda prohibido que la madre, padre o cualquier otra persona que ejerza patria protestad, tutela o guarda custodia y crianza de niños y adolescentes utilice el castigo corporal o humillante como forma de corrección o disciplina de niños, niñas y adolescentes”. El pleno del Senado, en México, aprobó la prohibición legal expresa a todo tipo de maltrato y humillación, que incluso pueda llegar a calificarse como “tortura”.
Se define como castigo corporal o físico, todo aquel acto cometido, en contra de niños, niñas y adolescentes en el que se utilice la fuerza física, incluyendo golpes con la mano, o con algún objeto, empujones, pellizcos mordidas, tirones de los cabellos y de las orejas, obligar a sostener posturas incómodas, quemaduras, ingestas de alimentos hirviendo u otros productos o cualquier otra acto que tenga como objeto, provocar dolor o amenaza, molestia o humillación cometido en contra de niños, niñas y adolescentes.
Por supuesto esto levanto controversia y motivó a un sinfín de comentarios y posturas. Ya sabemos que las nuevas generaciones son muy distintas a las anteriores, y que sobre todo, éstas, las del siglo XXI, “las ultramodernas”, traen un toquecito, que por desgracia se lo hemos dado nosotros mismos, en esta constante actitud de sobreprotección que desde que que tuvimos la idea en mente de darles vida, les brindamos. Y por favor, no me mal entienda, no estoy diciendo que si no se les castiga o maltrata se les sobre protege, porque no va por ahí la cosa. Lo que sí, es que los hemos cuidado tanto y les hemos resuelto completamente todo, para que no sufran, para que sus derechos estén salvaguardados por completo, para que se sientan, plenos, o resumido en una sola frase, (una que usan muchos sin control y con exceso autoflagelación) “para que no vivan lo que nosotros vivimos”. Que los volvimos irreverentes, poco sacrificados, un tanto irresponsables y poco interesados a acoplarse a las reglas.
Pero no me quiero salir de tema. Aquí la cosa es, que se debate y se establece que no se les puede tocar ni hacer sentir molestias de ningún tipo, ni humillación. Pero pues las líneas para delimitar estas situaciones son súper delgadas, porque todos somos diferentes, sentimos, entendemos, resistimos diferente y será muy difícil determinar que sí es y que no.
La reforma a la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y al Código Civil Federal, establece como transcribí ya, que se prohíbe el castigo, (en muchos de sus tonos) pero también esa ley, no establece ningún tipo de sanción en contra de quien ejerza esos actos y de igual forma dice textual: que las niñas, niños y adolescentes, tienen derecho a recibir orientación, educación, cuidado y disciplina de su madre, padre, de quienes ejerzan la patria protestad, tutela o guarda custodia y crianza, así como de los encargados y el personal de instituciones educativas, deportivas, religiosas, de salud, de asistencia social, de cuidado, penales, o de cualquier otra índole, sin que en modo alguno, se autorice a estos el uso de castigo corporal y el trato humillante”.
Pero nos deja igual, no? Lo prohíbe, pero no lo sanciona. A qué jugamos. O es que, solo el Senado, avienta la piedra, pero esconde la mano, para no meterse en camisa de once varas?
Quizá, solo es un preámbulo para por fin empezar a tomar cartas sobre el asunto. Porque por desgracia hemos tenido que ser lector o testigos de noticias, donde la violencia intrafamiliar raya en la locura, con torturas extremas y casos que han llegado hasta el infanticidio. Creo que, cada quien educa a sus hijos como mejor puede, nadie nace sabiendo ser padre, y todos dentro de las conductas racionales que nos competen por establecer conductas, e imponer reglas que sean de beneficio para la edificación de las personitas a las que les hemos dado la vida.
Lo que también, es que este tipo de acercamientos a tener en la mira, este tipo de actitudes extremas es un reconocimiento y un develo a circunstancias muchas veces negadas y ocultadas, las cuales han construido o mejor dicho, destruido personas, las cuales han tenido que lidiar con monstruos tanto emocionales como físicos, que por desgracia eran su familia más próxima.
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