Es bien sabido que las águilas viven 70 años, pero a los 40 años tienen que tomar una difícil decisión, sus uñas se vuelven tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico, alargado y puntiagudo, se curva demasiado apuntando contra el pecho y ya no le sirve. Sus alas están envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas, y volar se le hace muy difícil. Tiene dos alternativas: abandonarse y morir, o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación, que consiste en volar a un nido en las montañas cerca de una pared, ya que está seguro. El águila comienza a golpear con su pico en la pared con mucha fuerza hasta conseguir arrancárselo. Después esperará el crecimiento de un nuevo pico, con el que se desprenderá una a una sus viejas uñas. Cuando las nuevas garras comienzan a nacer, comenzará a desgarrarse sus desgastadas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo. En nuestra vida para continuar un vuelo de victoria muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación. Debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos cuyo peso nos impiden avanzar. Solamente libres del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre nos trae. Renovarse por dentro implica poner orden en el mundo mental, desechando los recuerdos de acontecimientos frustrantes o dolorosos, para quedarnos solo con la experiencia de lo que aprendimos. Para poner orden, para renovarnos y alzar el vuelo, hay que conocernos, saber quienes somos, cuales son nuestros potenciales y a dónde queremos llegar.
Dejar, abandonar, morir, soltar algo que alguna vez fue bueno, útil o disfrutable como única manera de darle paso a algo mejor. Aunque no se necesita fecha exacta, la primer semana de enero es oportunidad para muchos de renacer. Creo fervientemente que todo en la vida es oportunidad y que dependiendo el discurno interno que manejemos, cada experiencia vivida nos enriquece. Cuando se habla de renacer no quiere decir que al soltar lo anterior, olvidaremos las enseñanzas que nos dejó, todo lo contrario, se trata de tomar todo lo bueno para que nos sirva de base y nos lleve a un renacimiento más solido, que nos permita volver a intentar. La vida es como una piedra que rueda, siempre va para adelante y el recomienzo es el mejor punto de partida sin necesitad de estancarno es repetir ciclos, al contrario con toda la posibilidad de crearlos de mejor manera. Todos tenemos altas y bajas, momentos de esplendor que quisieramos eternizar y otros tantos de dolor que creemos que no superaremos jamás, pero es ahí donde llega la famosa (hoy en día) llamada resilencia. Esa fuerza interior que nos ayuda a buscar nuevas posibilidades de reinvención. Las personas que logran entender el arte de la resilencia aceptan la realidad como es, comprenden que la vida tiene un sentido, y poseen una enorme capacidad de mejorar. Y ojo, las tres citadas las poseemos todos, es cuestión de comprender nuestra propia resilencia para desarrollarlas. Si lo vemos desde un punto de vista muy simple. Todas las mañanas al despertar renacemos, tenemos una oportunidad nueva, de tomar las riendas, agradecer el día anterior que nos trajo a uno nuevo y emprender. En el agradecimiento, el disfrute al máximo del momento como si fuera el primero y quizá el último, y la adaptación está la magia de aprender a renacer. Decía Bruce Lee aquel famoso: “Be water my friend”, que traducido sería “conviértete en agua, tío”. Agua porque puede adaptarse a cualquier recipiente y seguir siendo ella misma. El Tao también habla de fluir con la situación y aun así hacer, o que se haga, aquello que debe hacerse: “El sabio no hace nada y no deja nada por hacer”.
Que todo lo bueno, te siga, te encuentre, se quede contigo y si no, que tengas la fuerza para construirlo por tu propia cuenta y Renazcas como es debido. Bendiciones en este 2024.
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