El deterioro significativo de las finanzas públicas, las altas tasas de interés, la incertidumbre en el estado de derecho que desincentiva las inversiones, y las posibles implicaciones comerciales con la llegada de Trump son sólo algunos de los factores que influirán para que el país tenga un crecimiento económico raquítico este 2025.
¿Por qué es tan importante crecer? Porque la población sigue aumentando y con ello, sus necesidades de servicios y de oportunidades laborales. También porque México debe aprovechar su bono demográfico, esta etapa potencial de crecimiento que se da cuando la población joven supera a las personas dependientes, y que en México es de 2 a 1.
Según el paquete aprobado por los diputados nuestro país crecerá entre 2 y 3% este año, lo que está bastante alejado de los cálculos realizados por instituciones y analistas. Banamex estima que nuestra economía crecerá sólo 0.2%, la calificadora Moody’s 0.6%, el Banco de México, la OCDE y el Fondo Monetario Internacional proyectan 1%.
El razonamiento detrás de estas estimaciones tan bajas se basa en varias premisas. En primer lugar, las finanzas públicas. Hay recortes significativos en el gasto, solamente en el tema de Seguridad se contempla un recorte promedio de 35.5%. La deuda ya está en más de 50% del PIB; y seguirá aumentando por el tipo de cambio, ya que una parte de la deuda pública está en moneda extranjera y el peso fue la cuarta divisa más devaluada en los últimos 4 meses en el mundo.
Entonces, existe un dilema. El gobierno debe bajar el déficit, de hecho, se comprometió a una reducción de 5.9% a 3.9% del PIB, pero alcanzar este objetivo será un elemento adicional para alentar la economía.
Como no hay suficiente gasto ni inversión pública, habría que redoblar esfuerzos para ser sumamente atractivos en la atracción de inversión privada. Sin embargo, las reformas que se han aprobado (reforma judicial, supremacía constitucional, desaparición de órganos autónomos, y muchas más) minan considerablemente el estado de derecho, erosionan el andamiaje institucional y permiten una concentración excesiva del poder. Todo esto es caldo de cultivo para que los capitalistas retrasen sus inversiones en el país.
Los beneficios de la relocalización de activos, fenómeno que por nuestra ubicación geográfica nos debería favorecer más que a cualquier otro país, han ido decreciendo paulatinamente. En 2022, la nueva inversión que recibimos fue más de la mitad del total; en 2023 16%; y al tercer trimestre de 2024, apenas 6%.
Quisiera finalizar resaltando también los aspectos favorables con los que cuenta nuestra nación.
Primero, la expectativa positiva de crecimiento de los Estados Unidos quien es nuestro principal socio comercial. Si a ellos les va bien, definitivamente, a nosotros también. Segundo, nuestro banco central finalmente logró domar la galopante inflación que estaba socavando nuestro poder adquisitivo. Si bien no estamos aún en la meta de 3%, seguramente terminaremos el año con menos de 5%, lo cual es un éxito en medio de un contexto internacional de incremento de precios.
Tercero, el aumento de los salarios, la demanda añeja de los trabajadores mexicanos cada vez más capacitados y competitivos, finalmente se ha cumplido. Lo malo es que este aumento también ha venido acompañado de un incremento en el nivel de informalidad, que está en niveles nunca visto.
Cuarto, la solidez del sistema financiero. Aunque las tasas de interés se mantienen altas, incluso en comparación con países de la región como Chile y Perú, nuestra banca de primer y segundo piso tiene las capacidades tecnológicas e institucionales para ser apalancadores de nuestro desarrollo.
Aprovechar estas oportunidades, mantener una gestión prudente de la política económica y de la deuda pública, liderear una negociación efectiva sin tintes ideológicos entre México y Estados Unidos, serán clave para mantener una estabilidad que se traduzca en un mejor entorno económico para todos. Ese es mi deseo 2025.
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