OPINIÓN

Lo que pudo ser

6 dic 2018 | Ricardo Homs

Este sexenio que termina, encabezado por el presidente Peña Nieto, aunque realmente fue de cinco años y medio. Inició con grandes logros como fueron las reformas estructurales, entre ellas la reforma educativa y la energética como las más significativas. Sin embargo, terminó dejando una estela de corrupción que empujó a un amplio sector de la población a dar un voto de castigo que favoreció al candidato López Obrador.

Quizá el mayor error del presidente Peña Nieto fue su debilidad frente a sus colaboradores y aliados, a los que “dejó hacer” a su antojo, o quizá sus colaboradores cercanos le ocultaban información y él no tenía idea de cómo se favorecían del cargo.

Lo que pudo ser el proyecto de gobierno que lanzara a México hacia su consolidación como uno de los países líderes de la comunidad internacional, se derrumbó a mitad de su gestión cuando los escándalos vinculados con corrupción empezaron a aflorar y exhibieron el más grave problema de México: la impunidad.

Aún con todas las evidencias, que en cualquier país serían un escándalo, el gobierno del presidente Peña Nieto simplemente volteó hacia otro lado y dejó pasar las denuncias de corrupción. Desde “la estafa maestra”, por 7,500 millones de pesos, que se dice fueron orquestados desde la Sedesol, hasta las acusaciones de las ramificaciones en México del escándalo Odebrecht, que tiene a muchos funcionarios de alto nivel, de varios países, en la cárcel.

Las administraciones de los gobernadores Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte, fueron denunciadas en los medios de comunicación como los casos más escandalosos. Sin embargo, cuando podía haberse frenado el latrocinio, con las pruebas que los medios de comunicación exhibían en su contra, recibieron la protección del gobierno federal hasta que fue imposible seguir haciéndose de la vista gorda y tuvieron que actuar, dejando la sensación de que se procedía muy a pesar del gobierno central.

El socavón de la autopista frente a Cuernavaca se convirtió en otro símbolo de corrupción en la obra pública.

Mas que la corrupción, fue la impunidad aberrante, derivada de la protección gubernamental, la que calificó a este sexenio.

La impunidad que se derivó después de que se descubría la vinculación entre delincuentes y funcionarios públicos, fortaleció las evidencias de corrupción. El caso Ayotzinapa se convirtió en un símbolo de una realidad cotidiana en México, en la cual muchos funcionarios públicos estaban al  servicio del crimen organizado.

El “dejar hacer” fue el principal error del gobierno del presidente Peña Nieto. Nunca hubo consecuencias en contra de estas prácticas abominables.

Entre otros de sus logros, este gobierno que concluye su gestión ayudó a consolidar una gran infraestructura de organismos públicos descentralizados y con independencia operativa, lo cual es un importantísimo legado que debemos defender. INE, IFAI, la posibilidad de una fiscalía autónoma, aunque al final esta iniciativa terminara siendo frenada.

El presidente Peña Nieto pudo haber sido un gran estadista visionario, pero la corrupción y la impunidad de su gobierno empañaron su obra y legado, de modo tal que terminó su gestión con el índice más bajo de aprobación ciudadana de los últimos sexenios.

Es entendible que la corrupción es un problema global, porque se origina en algo tan básico como es la ambición humana. Sin embargo, en los gobiernos donde de verdad opera el Estado de Derecho, las instituciones se imponen a los funcionarios corruptos sin importar su nivel y algunos jefes de estado son retirados del cargo, como sucedió en Perú con el presidente Pedro Pablo Kuczynski, otros van a la cárcel como sucedió en Guatemala con el presidente en funciones Otto Pérez Molina y su vicepresidenta Roxana Baldetti.  La dimisión de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil y el encarcelamiento del expresidente Lula, así como el expresidente de Perú, Fujimori. En otros países, por dignidad renuncian cuando son exhibidos, como sucedió con el presidente Rajoy en España.

En México es al revés, se vanaglorian con cinismo de la impunidad y la protección que reciben.

En otros países ha habido corrupción y ha sido exhibida al más alto nivel. La gran diferencia es que las instituciones de esos países son capaces de derrocar incluso a un gobernante en funciones, como los ejemplos que hemos mencionado.

Sin embargo, debemos reconocer que mucho ha cambiado México en los últimos años y si antes la gente no se escandalizaba de que robaran poquito, hoy existe un importante núcleo de la población e instituciones privadas que no están dispuestos a dejar que esto siga ocurriendo.

Los funcionarios que hoy empiezan, en todos los niveles de la estructura gubernamental, deben sacar conclusiones de la experiencia de este gobierno que termina, si no quieren ellos repetir la misma historia y al final del sexenio estar en el banquillo de los acusados quizá con menos suerte, pues la sociedad se está volviendo exigente y seguramente exigirá consecuencias penales de verdad.

El mundo cambió a partir de la tecnología y hoy difícilmente se puede ocultar información ante sistemas electrónicos tan poderosos como los que hoy existen, a no ser que exista la voluntad política de ocultarlo. Sin embargo, hoy toda la información está en “la nube” y es factible conocerla a pesar de que el gobierno lo impida. La sociedad cambió a partir de las redes sociales y está sobre informada.

Por el bien de México, esperemos que no se vuelva a repetir la historia de este sexenio que termina. Los nuevos funcionarios empiezan a escribir su propia historia.

¿Usted cómo lo ve?

 

 

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