No podemos describir de mejor forma la época que estamos viviendo, bajo el influjo de las redes sociales, que con la referencia del surgimiento de la post-verdad, a la cual podemos considerar el maquiavélico mecanismo de manipulación pública más eficaz que hoy exista. Este es un fenómeno propio de nuestra época.
Creando post-verdades, dentro de un medio tan popular y sin control como son las redes sociales, se puede generar un fenómeno de opinión pública capaz de mover a todo un país.
Las redes sociales ya dejaron de ser un mundo marginal para convertirse en las generadoras de las noticias que llegan a los medios masivos de comunicación. Estas son retomadas por los equipos informativos e insertadas en los noticieros y de ahí llegan vía la televisión, radio y periódicos a todos los rincones del país, e incluso del planeta.
De este modo vemos que los noticieros se nutren de las noticias que se convierten en tendencias dentro de las redes sociales. Por tanto, las post-verdades se crean sin control, en lo oscurito, en el anonimato. Dependiendo de su impacto, pueden llegar hasta los medios formales, tradicionales, de comunicación como la televisión, la radio y las redacciones de los periódicos, donde se disfrazan y adquieren veracidad por el simple hecho de estar ahí. De este modo se vuelven confiables ante los ojos del ciudadano común. Entonces su pasado se borra junto con sus huellas y adquieren veracidad real, aunque en esencia sigan siendo información falsa y manipulada.
Hoy se crean verdades virtuales que no tienen más sustento que la posibilidad de que parezcan ciertas y eso es suficiente para darles credibilidad. Vivimos la era de las percepciones. Entre más disruptiva e impactante sea una “post-verdad”, más interés despierta en el común de la gente.
Por eso hoy en el ámbito político, a través de las campañas negras, se hace sabotaje virtual, se destrozan reputaciones y se crean expectativas catastróficas imputables a alguien que estorba y de este modo la post-verdad virtual sirve a los intereses políticos de quienes la desarrollan y difunden.
La post-verdad son opiniones compartidas y consensuadas que parecen ser verdades, pero en estricto sentido real, no tiene sustento.
Autenticar la veracidad de las noticias hoy se convierte en el principal reto a vencer, para que el mundo que describió Aldous Huxley en su famosa novela futurista “Un mundo feliz”, publicada por primera vez hace 84 años, no llegue a convertirse en una triste realidad.
Es tan grave el fenómeno de la post -verdad, que se puede convertir en un medio de injerencia desde el exterior, como lentamente nos hemos venido enterando que sucedió en las elecciones de Estados Unidos, con la interferencia de hackers rusos a favor de Donald Trump.
Cuando un sector de los electores norteamericanos creían que ellos mismos habían elegido a Trump y por otra parte los seguidores de Hillary se lamentaban de la irresponsabilidad de sus oponentes políticos, descubren que alguien más, desde el extranjero, pudo haber intervenido de modo decisivo en la vida política de su propio país generando información falsa.
¿Quién tendrá la verdad simple y clara?
En este contexto saturado de basura informativa estamos siendo manipulados y no podemos decir que sea sólo por unos, pues de un lado y del otro, así como los que están más allá, también lo hacen. No hay buenos ni malos, pues todos actúan igual.
Entender cuál es la dimensión real de este fenómeno denominado “post-verdad”, en un contexto donde campea la ausencia de la ética política, es todo un reto.
No nos queda a los ciudadanos más que ser cautelosos al difundir información que nos envían amigos y familiares para no convertirnos en cómplices involuntarios de esta manipulación colectiva de “unos contra todos y todos contra unos”. Si no tenemos certeza de la veracidad de la información, pongámosla en duda y rompamos la cadena de la “post-verdad” evitando compartirla.
¿Usted cómo lo ve?
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