El intento de magnicidio que estuvo a punto de perpetrarse en contra del expresidente, -y hoy candidato presidencial Donald Trump-, nuevamente pone sobre la mesa el tema de la facilidad con la que cualquier norteamericano puede comprar armas sin ninguna restricción, -incluso-, armas de grueso calibre. Peor aún es que Donald Trump, -después de este atentado-, insista en proteger a éste, que considera un derecho ciudadano.
La fascinación por las armas está arraigada en el inconsciente colectivo del pueblo norteamericano. Sin embargo, entender el significado de este fenómeno colectivo es fundamental.
En Estados Unidos todavía existe un alto porcentaje de la población que recuerda con nostalgia el espíritu del legendario cow boy, como una identidad colectiva. Este personaje, -mitificado por el género cinematográfico western-, siente fascinación por las armas y la aventura colonizadora.
No es una fascinación bélica lo que hay en el pueblo norteamericano, pues las huellas de la incursión en Viet Nam, en Corea del Norte, así como en Afganistán y todas las otras aventuras militares del gobierno norteamericano, aún viven en la mente colectiva, recordando a sus muertos.
Es en el exterior donde juzgamos al pueblo norteamericano con la visión militarista, incluso, dando connotación ideológica y colonialista.
Sin embargo, la imagen mitificada del cow boy, -y la de todos los legendarios personajes con los que convivimos durante nuestra niñez quienes hoy pertenecemos a la edad adulto mayor-, aún hoy están vigentes y activos en el baúl de los recuerdos de nuestra memoria.
El caballo y la pistola son los símbolos predominantes de la identidad asociada al cow boy.
Toda una generación de norteamericanos, -hoy de la tercera edad-, guardan en su mente el recuerdo de Butch Cassidy, de Sundance Kid, del Llanero Solitario, así como de Hopalong Cassidy, Wyatt Earp, Bat Masterson, Billy the Kid, Jesse James, las películas de John Ford y John Wayne sobre el oeste norteamericano. Las pistolas Colt y los rifles Winchester también eran protagonistas de estos mitos y leyendas de comics y películas del oeste.
El espagueti western dio continuidad a esta leyenda ante las nuevas generaciones de los años sesenta y setenta, con filmes de Sergio Leone y la actuación de Clint Eastwood.
Marlboro identificó correctamente este fenómeno social, -cien por ciento norteamericano-, cuando le dio esa identidad a la marca de cigarros y con ello alcanzó un éxito insospechado en el mercado. El cow boy de Marlboro hizo época.
Un libro clásico sobre los códigos culturales, -del francés Clotaire Rapaille-, narra el estudio realizado por la marca, -cien por ciento norteamericana-, Jeep, en varios países. Para los norteamericanos este vehículo representaba al espíritu del caballo en las llanuras, -y por ello-, se tomó la decisión de ponerle faros redondos, como los ojos de los equinos, para sustituir los tradicionales cuadrados.
Para el pueblo francés el Jeep se asociaba con la liberación de Francia del dominio nazi, asociado este recuerdo con la memorable entrada del ejército norteamericano en París, conduciendo este vehículo.
Para los alemanes el Jeep se asociaba con la presencia norteamericana al final de la guerra, lo cual significaba el fin de la pesadilla en que los sumió el führer. Tres visiones diferentes para interpretar una misma marca y darle significados locales.
Lo primero que deben hacer el gobierno y el congreso norteamericano es tomar decisiones de estado y controlar o restringir la venta de armas en tiendas comerciales.
Sin embargo, quizá no sobra que de forma paralela se lleve a cabo una campaña de impacto cultural, y replantear una nueva visión de este mito vinculado al viejo oeste, que esté ajena a las pistolas y rifles.
La imagen mitológica del cow boy y el mundo western podrían replantearse a partir de una visión ecológica.
Sólo así se podrá neutralizar la natural fascinación de un amplio sector de la sociedad norteamericana por las armas, con lo cual se reducirán las masacres y los hechos de violencia, además de reducir el tráfico ilegal de armas que van a dar al crimen organizado de México, lo cual confronta a nuestros dos países.
La influyente Sociedad Nacional del Rifle (NRA), -fundada en 1871 en Nueva York-, actualmente tiene cinco millones de socios y su objetivo es proteger el derecho ciudadano a poseer armas para su uso particular.
Como ejemplo de éxito podemos recordar las películas de charros de los años cuarentas, cincuentas y sesentas, -de la época de oro del cine mexicano-, las cuales también mitificaron a las pistolas, -así como al México bronco campirano-, pero el control que realizó en esa época el gobierno para la despistolización y la restricción de la posesión de armas, -a través de los permisos otorgados por la SEDENA-, castigando la posesión ilegal de armas, fueron fundamentales en esa época, hasta que la narcocultura sacó de control la adquisición de armas de alto calibre importadas ilegalmente de Estados Unidos.
En algo resolveríamos nuestra violencia interna si se restringe la adquisición de armamento en Estados Unidos.
BLOQUE DE CONTENCIÓN
Muy poco tacto están manifestando algunos líderes del PAN, -que en lugar de mantener una estrecha relación con quien fue su aliado durante la campaña, el PRI de Alito-, empiezan a cuestionar si fue un error haberse asociado con él, e incluso a criticar con visión moralista el grave conflicto que hoy se vive en ese partido a partir de la última asamblea y las reformas que ahí se aprobaron.
Parecen no tener sentido común. La campaña electoral terminó, pero ahora empieza la “madre de todas las batallas”, la legislativa. La que definirá el rumbo que tomará el país y la calidad de democracia que tendremos, o si la sepultaremos.
La actitud moralista de algunos panistas respecto a este asunto de las reformas partidistas, pone en riesgo al denominado “bloque de contención” que pretende frenar el agandalle morenista y de sus aliados.
Que Alito no está actuando democráticamente con respecto a su militancia, es evidente. Sin embargo, es un asunto que debe resolverse internamente y ya lo están enfrentando las grandes figuras icónicas que aún permanecen en ese partido. Experiencia política para enfrentar su crisis interna, les sobra.
Desde una visión de “realpolitik”, los panistas no deben entrometerse, -y menos aún-, cuestionar su reciente alianza. Deben privilegiar una relación institucional con el PRI sin tomar partido con ninguna corriente interna, para así fortalecer su unidad institucional en el ámbito legislativo. El “horno no está para bollos” frente a la aplanadora de la 4T, a la cual le conviene que se desintegre o fracture esa coalición, para jalar legisladores priístas a su terreno durante las votaciones de las reformas constitucionales.
Lo que se deben evitar son agravios entre quienes han sido aliados.
Seguramente ganas no le faltan a Alito para aliarse con el presidente, pues ya abrió un poco la puerta según sus declaraciones de ayer viernes, dispuesto a analizar las propuestas.
Rescatar y fortalecer el bloque de contención legislativo es una prioridad para preservar nuestra democracia.
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