“La comunicación digital supone una considerable merma de las relaciones humanas. Hoy estamos todos en las redes sin estar conectados unos con otros. La comunicación digital es extensiva. Le falta la intensidad. Estar en la red no es sinónimo de estar relacionados. Hoy, el tú es reemplazado por un ello”. Byun-Chul-Han (No-Cosas, Quiebras del mundo de hoy, 2021).
El siglo XXI contiene la inmensidad en la punta de un alfiler. Hay que preguntarnos, como hace Peter Sloterdijk (Esferas I, 2003) ¿Dónde estamos cuando estamos en lo inmenso? Considerando la globalización, los avances tecnológicos y la cultura hegemónica tiene que analizarse y descifrarse “la manera en la que el hombre existe: habitando el mundo”.
Por ello, también hay que preguntarnos: ¿cómo lo inmenso puede afectar a lo pequeño y circular en formatos tecnológicos diminutos? Cuestión que atañe a la identidad humana y su metamorfosis.
Tomemos un ejemplo de candente actualidad: ¿bajo qué modalidades se presenta la comunicación social en tiempos de cambio de régimen, como el nuestro? Es decir: ¿cómo explicar el cambio de reglas desde lo cultural y lo social, que reflejan puntos de vista más amplios que lo político/jurídico? Interrogarse sobre la comunicación social en esta coyuntura de cambio de reglas significa tratar de comprender más allá de lo inmediato político.
La reflexión pública es responsabilidad ciudadana. Orientar, no desorientar. Esto se logra de mejor manera al considerar factores del pasado que se manifiestan en el presente vivo: cómo y por qué los cambios de hoy forman parte de una historia de dignidad, perseverancia y resistencia. Comprender cómo un cambio ético-social mayoritario se trasladó pacíficamente a una lucha cultural y política, con resultados en curso. Por ejemplo, la reestructuración del Poder Judicial que ahora se implementa con la reforma constitucional. Ese análisis no puede ser simplista. Cambios de esta magnitud no son ocurrencias, son metamorfosis sociales y culturales que por vía política se trasladan al marco jurídico. Si esto no se comprende, los debates y disensos –que deben existir para fortalecer el sistema democrático republicano- estarán mal encaminados. No habrá en perspectiva un bienestar comunitario, sino que se buscará la preservación de un estado de cosas -con intereses encubiertos, de élite- que no reflejan lo que social y culturalmente ocurrió en el país.
El escritor argentino Ricardo Piglia se refirió a “la comunicación del siglo XXI como la percepción distraída”. En su argumentación (2014), Piglia lamenta que los ciudadanos “sean más consumidores que ciudadanos” y perfila un dato cultural inquietante: “son muy bajos los niveles de atención a informaciones y narrativas virtuales”. Cuando se trata de cuestiones políticas y jurídicas que representan un cambio de fondo (como la reforma judicial en México), la percepción distraída del ciudadano –inmerso en varias plataformas y redes a la vez- es obstáculo para el debate democrático racional. La circulación acelerada y diversificada de información no permite al ciudadano asimilar las cuestiones centrales de los cambios que le afectan. ¿De quién es responsabilidad? No sólo del gobierno y de adversarios opositores: de todos los que tenemos acceso a la opinión pública y publicada.
La percepción distraída, de la que habla Piglia, es un fenómeno cultural que no debe pasarse por alto.
Comprender en tiempos de cambio resulta vital para que las sociedades tengan curvas de aprendizaje no tan prolongadas. Ya se habla de caos en los medios por la tómbola que el Poder Legislativo –cumpliendo funciones constitucionales - realizó el sábado 12 de octubre para asignar por sorteo las 750 plazas de jueces y magistrados que se presentarán a elecciones en junio de 2025. No es caos: es azar procedimental que iguala oportunidades de ser seleccionado o no. Se habla poco, en cambio, que la primera propuesta fue que todas las plazas fuesen a elección en 2025. En los foros sobre la reforma judicial se debatió y el Poder Legislativo hizo el ajuste para mandar la mitad de las plazas a elección en 2027. Importa mucho, en estos tiempos, comunicar sin caer en distracciones convenencieras, por decir lo menos.
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