Le quedaban apenas 7 segundos a la candidata Claudia Sheinbaum Pardo en una de sus intervenciones del debate presidencial. ¿Qué decir en tan poco tiempo? La moderadora Denise Maerker le preguntó si iba a utilizar ese tiempo. Entonces Sheinbaum mostró temple, claridad de ideas y rapidez mental: “nosotros construimos derechos, no privilegios; no construimos mercancías, como fue la máxima del periodo neoliberal”. No se puede decir más con menos palabras.
En 7 segundos, Sheinbaum desbarató el régimen neoliberal que por 36 años (1982-2018) saqueó al país con el beneplácito/complicidad de las élites económicas y empresariales. Fue un momento estelar en la historia de los debates presidenciales en México. Cuando hay proyecto de país, 7 segundos pueden ser suficientes. Claudia quiso lucir con sus propias credenciales su experiencia como jefa de gobierno y los reconocimientos alcanzados; no se colgó de la imagen de López Obrador y sólo hizo dos o tres reconocimientos al actual gobierno federal. Sin duda, su objetivo fue dejar en claro que no es “la calca” de AMLO, que tiene trayectoria y experiencia en el ejercicio de gobierno.
Tampoco compró el pleito con Xóchitl Gálvez, no cayó en la provocación, aunque sí le faltó contundencia para quitarle el discurso de que es fría y no tiene corazón. Ahí sí era necesaria una precisión de la candidata pues era una alusión a su imagen.
De esta forma, el debate presidencial mostró dos perfiles de mujer muy opuestos: la ingeniera Xóchitl Gálvez presentó una acumulación de ideas deshilvanadas y tuvo tres estados de ánimo durante su participación; inició insegura, nerviosa, jugaba con las manos, le dedicó miradas a sus oponentes en una condición de escucha preocupada, se empapeló con decenas de tarjetas, y luego, a medio debate, tomó fuerza, quiso contestar todos los señalamientos que le hacían y lanzó dardos ya conocidos (la línea del metro, el Colegio Rébsamen, los hijos de AMLO, etc) pero resbaló un par de veces al pretender que se entreviste a los muertos por cáncer y al confundir las actas de defunción con las de nacimiento; al final del debate se le acabó el guión mental y tuvo que leer, no supo improvisar y recurrió a las tarjetas; además se quiso ver patriota pero erró al mostrar el escudo de la bandera de México de cabeza.
Xóchitl Gálvez era la más interesada en arriesgar, no había de otra, necesitaba llevar la espada desenvainada, tirar a la yugular, pero al no encontrar respuesta, sus cartuchos, que de alguna manera ya están quemados, no hicieron el daño que esperaba.
A diferencia de su oponente, no presentó programa de gobierno, no tiene políticas claras y sus errores han dado motivo a diversos memes. El pañuelo blanco que tiró no hizo el daño que seguramente esperaba, pasó desapercibido y -al contrario- la bandera al revés sí le causó daño a ella, aunque por principios patrióticos no se diga mucho al respecto.
En el caso del candidato del Partido Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Maynez, durante todo el debate trajo congelada una sonrisa que lo hizo ver fuera de lugar y nervioso, cuando pudo haber sido ser el más seguro y más aguerrido en virtud de que no tenía nada que perder y sí mucho que ganar. Cuando estás en tercer lugar -dicen los estrategas electorales- debes buscar conseguir la segunda posición, arrebatar votos para abandonar el último lugar.
El debate tuvo un formato acartonado, el reloj falló y le descontaron a Claudia Sheinbaum su tiempo cuando era el turno en la palabra de Xóchitl Gálvez, esto porque el reloj tanto de Xóchitl como el de Claudia avanzaron al mismo tiempo en perjuicio de la candidata de Morena y su coalición.
Los debates son la oportunidad de los candidatos para convencer a los indecisos, que es una franja del electorado que puede ser decisiva en la conformación del Congreso de la Unión. Falta ver lo que pasará en el próximo debate del 28 de abril.
