Los rezagos del sureste de México

La perpetuidad de la desigualdad es antidemocrática.

En el sureste de México se vislumbra un tsunami guinda en el mapa electoral de 2024, sin embargo, la victoria política será insuficiente para una población con rezagos históricos: carencia de vivienda digna, que en ocasiones no cuentan con los servicios de agua, luz y drenaje; escuelas públicas sin infraestructura básica, problemas en la atención médica, aumento progresivo en el desempleo y salarios insuficientes para adquirir la canasta básica; es una región con escasa inversión en el sector productivo y una infraestructura inapropiada para los tiempos modernos.

Para los gobiernos del PRI, esta zona territorial -por el escaso número de sufragios que aportaba a la votación nacional- dejaba que los caciques regionales heredarán las gubernaturas y las presidencias municipales. Catalogada como área geográfica con presencia de poblaciones indígenas dedicada en buena parte a las actividades agrícolas y en los últimos años sumadas a las filas de la migración ilegal hacia los EU.

Para los neoliberalistas PRI y PAN era un espacio de explotación de recursos naturales (petróleo, agricultura y acuacultura), con caminos intransitables e industria incipiente, poco atractivo para incluirlo como polo de desarrollo para el Tratado de Libre Comercio signado con Estados Unidos y Canadá; la prioridad para los tecnócratas centralistas era impulsar los estados del centro, occidente y norte del país, sin un diseño de políticas públicas que buscaran reducir las desigualdades regionales.

La situación ha sido distinta con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien estableció como parte de su programa de gobierno apuntalar la economía del sureste de México con proyectos emblemáticos como la Refinería de Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco; la construcción del Tren Maya, corredor interoceánico vía tren Transístmico de Coatzacoalcos, Veracruz a Salinas Cruz, Oaxaca; mejoras en la infraestructura turística y el programa Sembrando Vida en apoyo del campo, entre otras actividades vinculadas al sector primario de la economía.

Las acciones antes mencionadas representan un cambio de modelo de desarrollo económico nacional, la intención es alcanzar una mayor igualdad entre las diferentes regiones del país. El norte mexicano se siente, por cercanía geográfica y cultural, más norteamericano que latinoamericano. En el sureste mexicano, la afinidad cultural es con Centroamérica.

En las urnas la afinidad política está con el proyecto del partido del Movimiento de Regeneración Nacional: Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas, Quintana Roo, con excepción de Yucatán, han perfilado una aprobación clara para el modelo de desarrollo que plantea la 4T.

Hay tres razones para esperar que en el mapa electoral 2024 la tendencia pinte guinda: 1) Será la última vez que Andrés Manuel López Obrador esté (simbólicamente) en una boleta, pues la cuestión crucial perfilada -hasta ahora- es la continuidad de sus políticas de gobierno o la rectificación de las mismas; 2) Activar los proyectos estratégicos en marcha, los ciudadanos de la región tienen que decidir –con mirada de corto plazo- la consolidación o desplome de dichos proyectos, con las repercusiones económicas y sociales que esto tendrá para el sur; 3) La continuidad o estancamiento del relevo político de las élites regionales en el sur, lo que depende de la selección de candidatos de Morena y alianzas en los diversos cargos en juego.

A 8 meses de las elecciones 2024, no parece posible que la oposición levante cabeza en el sureste: no se vislumbran líderes regionales, carecen de un proyecto de gobierno, sin presupuesto para campañas electorales y no se percibe disciplina, coherencia ideológica y unidad política para enfrentar a la aplanadora de Morena.

El peso electoral específico del sureste suma alrededor de 25 millones de votos potenciales, de los cuales 7 de cada 10 se perfilan hacia MORENA y partidos aliados. La seguridad en esa tendencia no se puede afirmar, porque en política existen imponderables e imprevistos. De cualquier modo, en forma de mediciones electorales futuras, esta tendencia parece inevitable, sobre todo por el trabajo de este gobierno federal. Otro activo político de AMLO.

Más allá del resultado electoral, los pobladores de esta región deben organizarse como ciudadanos vigilantes de los gobiernos electos, saber que el bienestar social no depende únicamente de cruzar una boleta el día de la elección, sino que esa acción democrática conlleva derechos y obligaciones, y en este momento lo más importante es aprovechar las ventajas de las obras emblemáticas que AMLO impulsó para esta región a fin de superar el rezago social y económico, también demandar una política pública de igualdad en la redistribución del erario federal y no más la discriminación presupuestal .