OPINIÓN

50 años sin Salvador Allende

30 ago 2023 | Erasmo Marín Villegas

"Más tarde o más temprano, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor."

Salvador Allende

 

En los años 70’s el triunfo electoral del Dr. Salvador Allende Gossens en Chile representaba el antídoto contra la militarización de América Latina, candado para evitar la propagación del capitalismo salvaje, la contraparte en la Guerra Fría que libraban Estados Unidos y la URSS, y una luz de esperanza para los jóvenes reprimidos en el Movimiento del 68 en México. 

 

El programa del gobierno chileno incluyó reformas anheladas por las clases populares: Nacionalizar la industria de cobre, Expropiar las minas en poder de las compañías estadounidenses Anaconda Copper Mining Company  y Braden Copper Company.

 

Una Reforma Agraria diseñada para terminar con los grandes latifundios; Nacionalización de la banca -con esta Ley el sistema financiero pasaba al control estatal-; Reforma Educativa que establecía una educación pública gratuita y la Ley de Expropiación de Empresas que permitía la apropiación de empresas consideradas estratégicas para el país, entre otras.

 

La desclasificación de documentos del Archivo de Seguridad Nacional de Estado Unidos reveló que el presidente Richard Nixon autorizó a su secretario de Estado, Henry Alfred Kissinger, impulsar estrategias de hostigamiento y presión para favorecer el derrocamiento del presidente de Chile.  “Intensificar los problemas de Allende”, según las transcripciones de una reunión con el Consejo de Seguridad de EE.UU. celebrada sólo tres días después de que Allende asumiera el poder.

 

Al interior de ese país sudamericano sectores conservadores, con el respaldo editorial del periódico El Mercurio, entre otros medios de información, crearon un ambiente de polarización política y social. El movimiento de extrema derecha Patria y Libertad financiaba el bloqueo de carreteras, sus simpatizantes provocaban enfrentamientos con la policía nacional e impulsaban huelgas en las empresas, revuelta social que también desestabilizó al poder legislativo.

 

El 11 de septiembre de 1973 comenzó un proceso político de retroceso democrático en América Latina. El primer gobierno de izquierda que triunfó en las urnas (Partido Socialista Popular)  encabezado por Salvador Allende fue derrocado por las fuerzas militares que dirigió el General Augusto Pinochet en complicidad con funcionarios de EE.UU.

 

Este suceso trágico tuvo repercusiones negativas en la región latinoamericana, porque canceló opciones democráticas en varios países y apuntaló a dictaduras militares en otros.

 

Veamos algunas de estas repercusiones:

Pinochet inició el régimen militar, le siguieron las dictaduras en Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú y Bolivia, donde con el pretexto de la Guerra Fría se obtuvo licencia para reprimir.  El golpe chileno también garantizó la inversión extranjera en los países de América Latina, el endeudamiento con la banca internacional y la asesoría militar de Estados Unidos para desalentar las luchas democráticas de la izquierda latinoamericana. El sueño guerrillero en Nicaragua, El Salvador y Guatemala fue reprimido por la bota militar.

 

“Colombia y Perú padecieron fuerzas paramilitares de corte guerrillero-terrorista, porque el camino de las urnas se había cerrado” (Eduardo Galeano).  Es decir, el golpe de estado en Chile imprimió otra dinámica a las luchas populares, se trató de un disuasivo para la democracia y de un incentivo para las dictaduras.      

 

Varios analistas, al plantear el caso Allende/Pinochet, explican que “los tiempos no estaban maduros para la democracia formal”, argumento justificador de las fuerzas represoras. Lo que parece innegable es la estela negativa que recorrió América Latina y que retrasó por lo menos cuatro décadas a su reloj democrático.

 

Hay una fotografía icónica de ese 11 de septiembre: Allende empuña una metralleta en el Palacio de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo, ante el ataque militar.  Se trata de una metáfora del arrinconamiento de la izquierda que –en busca pacífica del poder- tuvo como reflejo desesperado un acto defensivo de fuerza. 

 

En la actualidad los triunfos electorales de Bernardo Arévalo, en Guatemala; de  Gustavo Petro, en Colombia; de Gabriel Boric Font, en Chile, y de Luiz Lula da Silva en Brasil, representan la posibilidad de establecer gobiernos de izquierda con resultados favorables para la sociedad en general.

 

En el caso de México, el próximo año habrá elecciones presidenciales, todo indica que el triunfo de Morena garantizará la continuidad de las políticas sociales implementadas por Andrés Manuel López Obrador, sobre todo las que representan disminuir el número de familias pobres.

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