OPINIÓN

La felicidad como salud mental

22 feb 2023 | Erasmo Marín Villegas

El pájaro de la felicidad, ave en extinción

La humanidad, desde el inicio de su existencia, construye múltiples caminos con rumbo a la felicidad. En su búsqueda, emprende travesías sin ruta definida, cruza el globo terráqueo por veredas con arena, fango, jungla, rocas incandescentes o terrenos inundados.

A paso lento, danzante o veloz, el destino anhelado tiene que esperar debido a las pausas constantes que hace la sociedad cuando la atrapa el miedo, la locura, la enfermedad, el vicio, la ira, la envidia, el egoísmo o la incredulidad. Mientras tanto, el grupo humano se conforma con destellos de alegría tan efímeros como el amor de pareja.

Según explica el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, en la sociedad moderna las relaciones amorosas excluyen el compromiso mutuo, evitan los riesgos y angustias de convivir, y prefieren las relaciones “conexiones” de fácil acceso y salida. En la red del Amor Líquido es muy sencillo conectarse y desconectarse, lo de ahora son las relaciones abiertas.

De acuerdo a la Real Academia Española, la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y física”, sin embargo, el mundo actual sustituye la satisfacción espiritual por estabilidad material. De cualquier modo, esta definición perfila una situación contingente, pasajera, no un estado permanente.

El ser humano, como socio del dolor, anhela los instantes de felicidad, por ello la felicidad aparece en la vida como una situación excepcional, cuestionable a partir de la ausencia de algunos valores universales, como la honradez, la solidaridad, la justicia, el honor y el respeto, entre otros. Pero lo común en la vida es enfrentar situaciones problemáticas que hacen del estrés la condición moderna: la infelicidad.

Así, los chispazos de alegría aparecen, y van desde agradecer a la vida luego de la aplicación de una quimioterapia o hemodiálisis, observar el horizonte tras sobrevivir a un infarto, o en contraparte, sonreír por obtener un título universitario, gritar bingo en el casino o jugar al karaoke con las canciones de Shakira. 

La humanidad, cada vez más al servicio de la tecnología, se empeña en medir la estabilidad emocional por los logros obtenidos, carrera sin final porque en la mayoría de las ocasiones los triunfos están relacionados con el consumismo, lo que pronto devuelve al ser humano a su estado de insatisfacción para agarrar impulso en pos de un nuevo objetivo.

Como consecuencia de ese ritmo acelerado, en su camino el hombre va dejando migajas de bondad, solidaridad, tolerancia, fe, confianza, sin tiempo para recuperar lo perdido y regresando a la espiral de la depresión, una enfermedad cada vez más común en las nuevas generaciones.

Cual paliativo, ya se venden en la Unión Americana pastillas para “dulcificar el estrés”. Sweet dreams o dulces sueños, por si no aparecen las “alas sin plumas de la felicidad”; también existe la posibilidad de convertirse en seguidor ferviente de falsos profetas que -a mayores diezmos- se multiplican como los peces; pero si el interés es empresarial, la opción es afiliarse a los negocios piramidales, donde los sueños de riqueza terminan cuando el banco inicia trámites judiciales por los adeudos de crédito.

“El dinero no trae la felicidad: la compra hecha”. El sarcasmo en esta frase del cantautor español Joaquín Sabina refleja la tendencia de la sociedad contemporánea: la felicidad como hecho eminentemente material. Sí, las actitudes ante la vida definen el tipo de felicidad que buscamos.

Veamos el enfoque del filósofo español, Fernando Savater: “El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja. El problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos son complejos”.

Quizá todo tiene que ver con la leyenda que cuenta que en tiempos inmemoriales existía el pájaro de la felicidad. En su búsqueda, alguien logró cazarlo y lo mantuvo preso. Sin embargo, el ave escapó dejando a su paso un rastro de plumas. Desde entonces la felicidad vuela con libertad, eludiendo a la humanidad. 

La tradición budista promueve ocho pilares para alcanzar la felicidad: perspectiva, humildad, humor, aceptación, perdón, gratitud, compasión y generosidad; podríamos iniciar incluyendo estos conceptos en nuestro lenguaje diario y aplicarlos en nuestro entorno más cercano.  

 

M.E. Erasmo Marín Villegas

Periodista, profesor universitario, ex consejero distrital electoral del INE.

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