Actualmente depresión y tóxico son dos términos que andan en la boca de todos. Mucho más, en nuestras nuevas generaciones, esas que se hacen llamar millenials o generación z. Y desde que las incluyeron en su vocabulario, a estos, les es muy fácil agarrarse de los dos conceptos mal entendidos y colgarles responsabilidad de conductas que pueden llegar a ser tanto malas como buenas.
Por ejemplo, a nuestros jóvenes les encanta adoptar poses “depresivas”, confundiéndolas con su falta de resiliencia y su poca tolerancia a la frustración, lo que los hace enfundarse en personajes victimizados por el entorno. Una depresión real es una enfermedad clínica severa, es más que sentirse triste por algunos días. Es un trastorno del cerebro que puede ser por causas como factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos. No se trata de tener un mal día o no saber como superar un fracaso, eso señores no es depresión.
En el caso de tóxico, me parece la situación mucho más grave. Pues resulta que ahora todo se señala como toxicidad. Si te preocupas por alguien, si vas en busca de compromisos estables que conllevan seriedad, respeto absoluto, actitud responsable, si buscas lealtad, si te empeñas en hacer lo mejor por el prójimo sin esperar nada a cambio, y un sinfín de ejemplos… entonces eres tóxico. Entonces todo se hunde en un abismo de tolerancia cero, poca empatía, nula comprensión y escasa (por no decir nada) actitud de compromiso (sobre todo si lo pensamos en relaciones sentimentales).
En esta época de la desinformación, en donde más que estar enterados de lo que pasa a nuestro rededor, estamos solo siendo entretenidos, por un sinfín de memes, y noticias faltas de ética, caemos sin escala y perder más y más el sentido real de las cosas.
Estoy segura que si a nuestros adultos mayores, les intentáramos explicar estas dos posiciones, se sentirían muy contrariados y no entenderían nada. Las “depresiones actuales”, antes se curaban con trabajo y estudio, y sí, no podemos negar que también con unos buenos “chanclazos” y la toxicidad de algunos fueron los que llevaron a mantener familias, empresas y organizaciones durante años, que contra viento y marea no se dejaron derrumbar, persiguiendo objetivos definidos y claros los cuales se persiguieron con sacrificio, dando increíbles frutos. Por favor, no me mal entienda, se que todo en extremo es malo, y que si hay circunstancias a las que les queda como anillo al dedo cualquiera de los dos conceptos y que debemos estar receptivos a cualquier manifestación. Lo que sí, es que también no podemos generalizar, ni atribuir con tanta ligereza.
Necesitamos ser más conscientes, mas cuidadosos con lo que hablamos y la forma en que etiquetamos. Definitivamente para que esto suceda es urgente más lectura, mejor información, ganas de investigar un poco más para no hablar a la ligera. Estamos rayando en los extremos y esto se esta volviendo un caos reinado por la intolerancia y por desgracia también por el odio.
Necesitamos una actitud más positiva y empática, necesitamos comunicarnos mejor, preguntar y preguntar antes de dictaminar. Dejar de suponer e imponer. Así que salgamos de la zona de confort que nos da el vivir en la burla y estrechez de pensamiento. Ocupemos nuestro tiempo en mirar de mejor forma todo lo que nos sucede y a todos los que nos rodea. Preocupémonos más por fluir en mejor sintonía y no amarrarnos a lo negativo a la primera, y si llegamos a conocer realmente a alguien a quién si podamos atribuir cualquiera de las dos concepciones, prestémosle toda nuestra atención para ayudarle y guiarlo a un cambio de conducta o acudir con el mejor especialista para sanar.
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