El salón de clases cada vez esta más lleno de gente poco interesada en aprender. Buscan tener un papel firmado y sellado por una institución que les de un status, un nombre, pero conocimiento, aprendizaje, construcción, edificación positiva… no.
Y en el docente recae la pena de tener que tratar con pinzas y delicadeza total, a muchos jóvenes que rayan en lo irrespetuoso. ¡Ah…no! Pérdone usted, me confundo, lo que pasa es que las nuevas generaciones son multitask y pueden realizar múltiples tareas a la vez cómo tener en el celular TikTok abierto, en la compu alguna página de juegos en una de las múltiples pantallas abiertas, los audifonos colocados en sus orejas escuchando música y muy muy lejanamente, prestar atención a lo que sucede.
Nadie copia una palabra de lo dicho, para eso los celulares tienen cámara y ellos se limitan a tomar fotos sobre lo que pasa. Si remotamente algo les llega a llamar la atención, preguntan dónde pueden encontrar el tema en la red, para verlo más tarde.
Entonces, los cuerpos académicos cada vez, están apretando más a los docentes en actualizaciones infinitas sobre uso de tecnologías, cuestionan apremiantemente sobre cómo estarán elaborando clases “atractivas” que puedan mantener interesados a los chicos y obvio, como les ayudaras a genera pensamiento crítico (ya ve que el término está de moda, y pues hay que exigirlo).
Pero el reto va mucho más allá de poder generar ideas en cabezas que no leen, que no se informan correctamente, que no consultan fuentes serias de información. El reto es educar realmente todo el entorno, para encausar realmente el recibir educación.
No me diga que eso no deprime a cualquiera, por más vocación y actitud de servicio que se tenga, el cuestionamiento está latente, la presión es infinita. Adquirir conocimiento es uno de los actos más bellos que se puedan llevar a cabo, porque no cambiamos el discurso y más que verlo como una gran pesar, no enseñamos respeto y devoción a la oportunidad de asistir a construir, compartir y adquirir información valiosa. Porque no enseñamos desde pequeños la alegría de abrir un libro, de admirar el arte, de conocer historia, geografía, la especialidad que sea, pero que engradezca y transforme. Cada vez son menos los que leen, o los que escriben, nos dicen que debemos incluir a la Inteligencia Artificial y no dejarla de lado porque es lo de hoy, y dejamos de lado cosas tan básicas como el uso de la caligrafía y el dibujo. Y ya mejor ni hablar de las calificaciones y evaluaciones, que deben ser tan rigurosamente observadas por las instituciones, que el docente tiene que demostrar y sustentar cada punto asignado o restado a un alumno y son los padres y los mismos educandos los que si aniquilan en las evaluaciones a todo aquel docente que ose en exigir demás o buscar hacer las cosas de la forma más correcta.
Me toca estar en el aula todos los días y veo y escucho de todo. Como tambíen observa del lado del profesional de la educación muchos huecos, ocupados por personas que no tienen las bases, el conocimiento ni la sensibilidad para dirigir el universo aulístico.
La palabra clave podría ser responsabilidad en todos los niveles. El contexto es enloquecedor, y no veo que se hable de la salud mental de los docentes, qué se está haciendo al respecto, sí hay que cuidar al los estudiantes, pero quien ayuda al docente, a qué hora empezamos a buscar las instancias para ordenar este desastre, en qué tiempo nos reinventamos y transformamos positivamente lo que tenemos en las manos, si cada vez estamos más apurados y bombardeados intentando ir a la par de la vorágine de sucesos sociales y globales.
El mundo parece que girara cada vez más rápido y esto nos puede traer graves consecuencias.
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