Hay términos que se han puesto muy de moda. Tanto que de tanto manoseo han perdido su fuerza, su objetivo. Se tergiversan e incluso disvirtuan. Esto pasa cuando hablamos de inclusión. Y es que es muy fácil pensar que éste solo se atañe a incluír solo individuos con características físicas o competencias cognitivas que no estan dentro de lo “normal”. Pero aquí debemos detenerno a preguntar, ¿Qué es lo normal?
Y es que inclusión es un contexto que va mucho más alla y del que debemos hablar sin miedo y con más ahínco, en pro de lograr realmente su entendimiento.
Vivimos en un universo inclusivo, porque todos somos diferentes. La UNESCO en 2005 definió el término como: un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad a través de la activa participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y en general en todos los procesos sociales, culturales y en las comunidades. La inclusión es lograr que todos los individuos o grupos sociales, puedan tener las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como individuos. Independientemente de sus características, habilidades, discapacidad, cultura o necesidades de atención médica.
La maravilla que debemos tener presente es que cada uno es único, y por lo tanto, tiene características que lo hacen especial. Todos somos especiales y como tales merecemos distinguirnos y los demás deberán tratarnos con el respeto necesario que deberá estar de la mano de la famosa empatía. Pero, una empatía real, no esa que muchos se ponen para aparentar estar dentro del espectro, en donde te cuentas que “entienden” las diferencias entre individuos y las “toleran”, pero que no saben realmente ponerse en el “zapato del otro”. Porque ahí es donde esta el “arte”.
Empatizar es entender como una acción repercutirá en otro individuo y hasta que punto puede causarle daño o bienestar, y en base a eso, entonces aprender a conducirnos con el respeto y la educación y por supuesto la libertar que todo individuo merece, porque esa libertad es un derecho que debemos tomar con la ética del bien hacer, en donde como individuo, puedo bajo mi juicio y razón determinar la forma en que me puedo conducir manteniendo siempre el cuidado de no dañar a otro y entonces, provocar un desarrollo real en todos nuestros entornos, tanto físicos como sociales, para lograr esa transformación que tanto anhelamos.
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