La hipergenerosidad es un rasgo que no todos tienen y que por lo regular las mujeres desempeñamos, enfrascadas dentro de esta esfera patriarcal en la que nos vemos envueltas y que nos conduce a tomar actitudes que solo nos llevan a soportar y soportar un bornout femenino, que muy pocos perciben como un desequilibrio y que incluso al ser llevado de forma prolongada, merman peligrosamente la salud mental de éstas. La filósofa Kate Manne, en el libro Down Girl: The Logic of Misogyny, describe a este tipo de personas “como aquellas que ofrecen su tiempo, atención, afecto y cuerpo de forma voluntaria y plácida a la otra clase de personas, los seres humanos”.
Nos acostumbran tanto a estar al pendiente de todo y de todos, que nos olvidamos de nosotras mismas y al querer detenernos o tomar tiempo y espacio para nuestro ser, nos atacan sentimientos de tristeza o culpabilidad, al no poder sentir que podemos tener todo bajo control como “deberíamos”.
En el libro de Emily y Amelia Nagoski, HIperagotadas, se postula que es preciso que todas las féminas dejen atrás ese papel de mujeres maravilla y entiendan que necesitan tiempo para descansar, para alcanzar su propio bienestar, dejando el cansancio extremo de un lado. Lo malo es que el sistema nos bombardea una y otra vez con la idea de que, si no eres esa súper mujer, entonces estás perdida. Porque incluso, en esta época de empoderamiento del género, además de ser amorosas madres, amas de casa, esposas, amigas, hijas, hermanas, etc., también tenemos que ser inteligentes con grados máximos académicos, emprendedoras, deportistas expertas, autosuficientes, liberales, trabajadoras, independientes, ¡uf! Un sinfín de planos que definitivamente, en 365 días al año, ni las 24 horas del día, alcanzan para desempeñar y que obviamente al no hacerlo entonces, esa falta de cumplimiento estará resonando en nuestra consciencia, por no haber cumplido como es debido.
Lo importante de entender este concepto es, poder detectarlo y trabajar en él para salir de el tremendo sentimiento de estar quemadas. Vivir en la hipergenerosidad nos provoca un estrés constante, porque nunca se acaba y nunca se logra estar plenamente con sí mismo. Y cuando hablo de poner atención al sí mismo, no se trata de hacer dieta y ejercicio y comer saludable, se trata de entender el propio ser desde el rasgo más simple. De aprender a confiar, a agradecer, a auto compadecerse sin afán de tragedia, al contrario. De tener certeza de que la versión que logramos ser de cada día, es la mejor versión que pudimos desempeñar y por lo tanto, sentirnos orgullosas de ella.
Hay que dejar el pánico a perder el control sobre las cosas y enfrentar a el miedo de controlarnos nosotras mismas en la plenitud de la auto aceptación y la felicidad que esto nos provocará. Nuestra versión de hoy es la mejor. La de ayer lo fue y la de mañana lo será.
Confiemos en lo que somos, en nuestros límites (los cuales son tan importantes como los de otros), aprendamos a ser amables con nosotras. Dejemos a un lado la auto exigencia. Aprendamos a pedir ayuda sin condenas. Pero sobre cualquier cosa: seamos felices con lo que somos. Reconozcamos nuestro valor y no andemos por el mundo queriendo “ganar” un lugar en base a “proezas” que puede que nadie valore. Seamos generosas con nosotras mismas, ahí esta el real comienzo.
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