Es vergonzoso que se sigan dando casos de maltrato animal como del que tuvimos que enterarnos la semana pasada, donde fue víctima Rodolfo corazón, perro de esos que algunos llaman mestizo, y al que le había tocado el destino de ser callejero, pero que, por su singular carácter juguetón y la buena voluntad de algunos, había sido adoptado por vecinos en el fraccionamiento Los Cedros, en Los Mochis, Sinaloa.
Todo aquel que lo conoció ratifica, que el canino, era muy manso y que jamás había tenido una actitud violenta para con nadie, por lo cual, todos se encargaban de alimentarlo y procurar que tuviera una vida un poco más digna, dentro de sus circunstancias.
Pero no contaban con la masacre a la que fue objeto el pasado 16 de abril, cuando José Lugo Ocaranza lo mató a hachazos, según él, porque había mordido a su novia Adriana Castañeda (lo cual no ha sido comprobado). Hubo testigos y hay video. Todo a sangre fría.
¿Qué se puede pensar de una “persona” que mata con tanta crueldad a un animal? ¿En qué tipo de contexto vivirá? Alguien que puede matar de esa manera es peligrosa para la sociedad en la que vive y es por ello que, las manifestaciones no se hicieron esperar pidiendo justicia para Rodolfo. En Sinaloa existen leyes en contra del maltrato animal, pues según el artículo 364 del Código Penal: “Al que dolosamente cometa actos de maltrato o crueldad en contra de cualquier animal doméstico causándole lesiones se le impondrá de tres meses a un año de prisión, y de cincuenta a cien días de multa”. “Si las lesiones causan la muerte del animal, se le impondrá de seis meses a dos años de prisión y de cien a dos cientos días de multa”, y aunque el maltrato animal ha sido tipificado desde hace más de cinco años, nunca éstas leyes han sido aplicadas, aún cuando en Culiacán, según la Fundación Laika Protectora de Animales reporta, que por lo menos, hay 30 notificaciones de este tipo diariamente. México ocupa el tercer lugar en maltrato animal en el mundo y el deshonroso primer sitio en Latinoamérica.
Lo que apremia es reconocer que estamos ante conductas reprobables, que demuestran el nivel de violencia en el que están inmiscuidos los integrantes de la colectividad, la cual maquilla su ansiedad y su estado iracundo de rabia, la cual está siendo descargada, como siempre en el más débil.
Necesitamos urgentemente enseñar respeto, cuidado y amor hacia los animales. Pero también aprender a controlar nuestra rabia, esa ira patológica que puede cegarnos y llevarnos a actos inimaginables. Experimentar furia frente a un evento puntual en natural, inherente al ser humano, pero cuando alguien siente una emoción negativa, tan grande que gatilla conductas agresivas hacia sí mismo o hacia su entorno, se podría estar ante casos de rabia patológica. Resulta indispensable, hablar sobre esto en casa, imprescindible de no evadir ni normalizar actos de este tipo.
Los animales son seres que merecen el mismo respeto y cuidado que cualquiera. Muchas veces nos dan grandes lecciones de amor, lealtad que no merecemos, y por ello es que debemos poder comportarnos a su altura. Demostrando real inteligencia al tratarlos con la dignidad que necesitan por el simple hecho de estar vivos. Sienten y entienden en gran medida, demostremos real humanidad en una sana convivencia, yo le aseguro que podría obtener grandes recompensas al permitírsela.
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